Jaime Sicilia
FEDEX (-0,91%)
Todo depende del cristal con que se mire. Eso, sin contar con la presbicia que tenemos muchos, los astigmatismos de tanta gente o la miopía aberrante de la mayoría, que, nos hacen tener que esperar la lista de espera de oculistas asociados que están que no dan abasto. Más, en estos días en que lo que tenemos ante nuestros ojos es el comienzo de un ejercicio condensado de luminosidad artificial para hacer que las ciudades acaben engalanándose como si de árboles de navidad se tratasen.
Las celebraciones de las épocas navideñas se están convirtiendo en una oda a la luz y a la fuerza del sentido de la vista para que las retinas acaben por encandilarse, porque los objetivos se están concentrando en lúmenes de luz, en carreras por ser los primeros en iluminar y en dar una clase maestra de estética de bombillas y guirnaldas fosforescentes en calles y plazas para entrar en la competición de mejores ciudades alumbradas, como si la concentración de luces por metro cuadrado fuese el mejor escaparate para un evento que cada vez se aleja más de la autenticidad del final del adviento, de la llegada de la buena nueva como recuerdo de evangelios y como aniversario secular desde hace veintiún siglos, haciendo que lo que subyace en esta celebración quede en las sombras. Claro que ahí tenemos concentradas las ganas de fiesta que oculta la penumbra que ni se hable del niño, del padre, ni de la madre que le parió.
Las fiestas serán felices y deslumbrantes como los nuevos cánones indican: árboles de las plazas llenos de bombillas, las zambombas y los villancicos anticipados con un mes de antelación y el tintineo oculosensorial como protagonista. Las compañías de energía eléctrica se frotan las manos. Los centros comerciales hacen su agosto en otoño y los operarios de mantenimiento a tope. Cumpliendo objetivos y viendo cuentas superadas por partidas especiales. Mientras tanto, de las sombras que todas esas luces tienen ni se habla. Seguimos a ciegas.
También te puede interesar