Navidad genovesa

El joven Jacome llega a la ciudad dejando atrás su Liguria natal y tras un previsible paso, no sabemos si breve o no, por Cádiz, donde décadas anteriores se instalaron gran cantidad de artistas de la misma procedencia atraídos por la riqueza de su importante puerto. Movido quizás por un espíritu inquieto decide instalarse en la vecina Jerez, que vivía también una etapa de crecimiento económico.

Aquí comienza a trabajar de una manera independiente en 1757, en un momento muy oportuno, en unas circunstancias propicias para la obtención de relevantes encargos. Ese año fallece el gran escultor local Francisco Camacho de Mendoza. Previamente, el hijo de éste, José de Mendoza, especializado en el trabajo de la piedra, había marchado a Nueva España. Este vacío fue sabiamente ocupado por Jacome Vacaro, que dominó tanto la talla en madera como la labra de piezas pétreas. Para colmo, por ese tiempo la nueva iglesia Colegial alcanzaba la fase final de su construcción, abordándose además su decoración interior. En este sentido, Vacaro logró acaparar las principales obras relacionadas con el primer templo jerezano.

En 1778, con motivo de la inauguración de la actual Catedral, se le encomienda la realización de la sillería de coro. Aunque, por desgracia, el proyecto quedó inacabado, ejecutó para ella once relieves con escenas de las vidas de Cristo y la Virgen.

Hoy, Nochebuena, nos interesan las escenas vinculadas al Nacimiento de Jesús: la Adoración de los Pastores, la Epifanía y la Huida a Egipto. Destacan las composiciones adaptadas a su complejo enmarque mixtilíneo, la esmerada terminación de cabezas y paños y la delicadez con que trata ciertos detalles, como los sinuosos arboles que flanquean a la Sagrada Familia en el tercero de los medallones. En ellos dejó lo mejor de sí este genovés, merecedor de un justo redescubrimiento.