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Nicolás López
Jornada de descensos
Desde la espadaña
Es evidente que estamos atados a los aparatos. Lo artificial nos ha conquistado, y de qué manera. No existen los paisajes. Todo pasa por pantalla y teclado. La técnica va sustituyendo a la naturaleza a la par que perdiendo humanidad. Pareciera que todo es virtual al paso de algoritmos inimaginables. La fábula se confunde con la realidad y ésta a su vez con lo insospechado. Cada vez somos menos dueños de nosotros mismos y esclavos del cálculo infinitesimal aplicado. Dependientes del producto, esclavos de las cadenas doradas que nos hemos fabricado.
Ahora la tecnología ha sustituido a los dioses del Olimpo. Se ha convertido en el dios Moloc que lo engulle todo a su paso. Lo humano se ve amenazado. El ensoberbecimiento de la técnica está desnaturalizando lo natural, que se ve arrinconado al inframundo de lo desechable. El hombre está experimentando que puede ser prescindible, tanto en el pensamiento como en el trabajo. De tal suerte que ya los recursos humanos empresariales utilizan los algoritmos de selección o despido antes que la entrevista personalizada o los méritos reales, como debiera ser. La dignidad sometida a los varemos matemáticos de intereses fríos e irracionales. No importa la persona, sólo el resultado. Muñecos en manos de un parlanchín de feria, nos han convertido en bola de la ruleta, puro azar descontrolado. Como un dado nos tiran al juego de la oca, del laberinto al 30, sin respeto ni consideración, porque la moral ha sido abandonada y restituida por los intereses aleatorios de la tecnología.
Priva la eficacia frente a cualquier freno ético que se interponga a los efectos deseados. Sólo interesa la cuenta de resultados. Aquello que ha creado el hombre está destruyendo al mismo hombre. Se le está yendo de las manos. Como si la propia libertad lograda reclamara una libertad distinta, por supuesto intervenida ¿Qué le falta al hombre una vez conseguido todo lo deseado? Después de haber inventado la pólvora, ha sido explosionada en sus manos. El hombre y su tecnología han conseguido que desaparezca el hombre ¿Es posible tal contradicción? Ahí estamos, comidos por nuestra propia creación, antropófagos irremediables. Estamos sometidos a la tecnología, la era digital nos ha comido los espacios, y quién sabe si también la dignidad que resta. La intimidad está siendo invadida, los pensamientos manipulados, el pudor desestimado, la decisiones dirigidas, los placeres provocados, hasta los neurotransmisores inoculados: Netflix explota la pereza; Twitter, la ira; Instagram, la vanidad; LinkedIn, la codicia; Amazon, la gula; Pinterest, la envidia, y PornHub, la lujuria. Tal es el poder de la tecnología, tal el grado de dependencia al que nos vemos sometidos. Estamos rastreados hasta en el tálamo amoroso.
Un beso terminará siendo producto de las redes, una caricia el resultado de algoritmos ininteligibles, pero perfectamente dirigidos ¿En qué mundo nos estamos metiendo? ¿No será que nos están entreteniendo para distraernos de lo verdaderamente importante? Ahí lo dejo. Nada hay que sea inocuo y no tenga intención. La neutralidad no existe ni en Suiza ni en Liechtenstein. Algo está pasando y no sé qué es. La tecnología no existe por sí sola. Se produce y la guían. Está al servicio de quien la controla, pero ¿quién? El hecho está ahí y da miedo. Cada vez se recopilan más y más datos de cada uno de nosotros (Big Data) ¿para qué? ¿quién tiene interés por nuestra privacidad? Saben de nuestros gustos y preferencias; saben de nuestras ideas y creencias; los aparatos inteligentes van creando la trazabilidad de nuestro yo hasta puntos insospechados sin saber exactamente para qué fines son utilizados.
La privacidad se está destruyendo mientras el poder político está ganando terreno a lo personal ¡peligro! Una ‘telaraña diabólica’ se está extendiendo por el globo ¿quién la controla?, más allá de cualquier idea conspiranoica de película americana. Nos están dando la zanahoria ¿cuándo vendrá el palo? Nos tienen embobados con los adelantos técnicos; mientras la vida de los ciudadanos está siendo manipulada al cien por cien. De nuevo ‘pan y circo’; entre tanto, ladrones y desaprensivos comen los hígados de la población.
Lo peor, lo más execrable, es que la ingeniería social ha conseguido que el pueblo ame la opresión y adore la tecnología que le impide pensar. Nos sentimos felices de tener en nuestras manos el mundo virtual, sin darnos cuenta de que nos han escamoteado el alma. Asomaos a los informes PISA sobre niños y adolescentes y los efectos de los artilugios. Viven hipnotizados por los hilos invisibles de las nuevas tecnologías. Niños y mayores, todos bajo el paraguas del control ¡tan contentos! bajo ‘la insaciable sed de distracciones’ que tanto negocio procura a los dueños de la Big Tech, aliados indiscutibles del poder.
Nos hemos convertido en adictos a los mecanismos manipuladores y en un ejercicio de libertad individual ¡oh! ayudamos a que nos atollen los canales del pensamiento y el criterio. Pero estamos felices, la dopamina rebosa por los poros de mi satisfacción y aplaudimos ¡Bien! Nos están dirigiendo, y estamos tan contentos, manipulados, como nunca se ha hecho, y aplaudimos. Despertemos ¡pofavó! antes de que sea demasiado tarde. Por lo pronto, la Inteligencia Artificial ya se ha propuesto rescatarnos: (parafraseando a San Agustín) es más íntima a nosotros que nosotros mismos.
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