Jaime Sicilia
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Vaya por delante que la pederastia es un delito nauseabundo que merece no solo el castigo establecido por las leyes sino la unánime condena y rechazo de toda la sociedad. Y es verdad que aunque el camino para su erradicación queda desgraciadamente muy lejano; por la fragilidad de la condición humana; durante el pontificado del Papa Francisco se han dado y se siguen dando pasos decisivos para su control en el seno de la Iglesia Católica. La implicación de algunos curas y religiosos en este atentado contra la dignidad humana de muchos menores, está sirviendo como excusa perfecta a no pocos políticos anticlericales y militantes o seguidores de los partidos de izquierdas para cargar con toda la culpa a la Iglesia Católica y de manera muy concreta aquí en España, cuyo visceral anticlericalismo es además de histórico una de nuestras señas de identidad…
Por lo visto, según esta estrategia, la exclusividad de semejante delito la tiene la Iglesia Católica y en ningún momento se alude siquiera a que también la pederastia se practica en otros colectivos en los que conviven niños y jóvenes con adultos; aunque este tipo de casos rara vez, por no decir nunca, son denunciados y aireados para que lleguen a la opinión pública. Actitud esta en la que desde luego suelen colaborar con su omisión y silencio bastantes medios informativos que, en los casos en los que el delito pudiera ser atribuible a un representante de la Iglesia Católica, les brindan con entusiasmo la mayor cobertura…
No es menos cierto también que ante este vomitivo delito, la respuesta de la propia Iglesia en todo el mundo -y España en eso tampoco fue excepción- ha sido, además de tardía, excesivamente reservada y cauta. Y aunque semejante conducta hubiera estado motivada por la obligada presunción de inocencia de los "pecadores" y por la necesaria protección de las posibles víctimas, lo cierto es que desde los organismos rectores de la referida Iglesia Católica no se ha trasladado a la sociedad, o no se ha sabido hacer hasta hace poco tiempo, una clara y categórica condena de semejante atentado contra la libertad y dignidad del ser humano. Lo cual todavía ha contribuido aún más a sembrar la confusión en la sociedad que asiste alarmada al conocer estos hechos; acaecidos en muchos casos hace ya bastantes años pero que ahora algunas de las víctimas, o sus familias, han decidido denunciar, dando la impresión de que toda la culpa ha sido de los curas.
Y si se desea justicia y que finalmente prevalezca la verdad, ante este delito de la pederastia, condenable sin excusas, no debe perderse de vista que la culpa no solo se viste de sotana…
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