Juan Antonio Vital Santos

El pensamiento político y social de la Iglesia (II)

Desde la realidad

13 de agosto 2024 - 03:03

Por el profundo conocimiento del hombre, la Iglesia a través de su pensamiento y su doctrina social, tiene una sensibilidad especial para reconocer las violaciones de la dignidad de la persona y de los grupos sociales, y de esta forma se siente responsable en ser su voz en defensa de los más desfavorecidos. Pero más allá de la denuncia, la Iglesia tiene la obligación de anunciar siempre la verdad sobre el hombre y sobre la sociedad. Con la doctrina social, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la sociedad, sino ser esencialmente un servicio de inspiración y educación de las conciencias de los creyentes, y de todos los que quieran escuchar, para ayudarles a percibir las responsabilidades de su fe en la vida personal y en su vida social.

Por eso, es muy importante que cuando nos acercamos para leer cualquier pronunciamiento oficial por parte de la Iglesia, ya sea por parte del papá Francisco o sus antecesores, de los obispos en sus diócesis o de alguna de sus instituciones oficiales, no podemos obviar ni reducir a algo puramente metafórico los principios perennes que definen la doctrina social de la Iglesia y que siempre están explícitos en todos sus documentos, que son referencia a la revelación y la naturaleza inmutable del hombre. Por otro lado, junto a estos elementos perennes se encuentran elementos que son contingentes. Esto se debe a que las circunstancias culturales, políticas y económicas en las que la Iglesia debe anunciar su mensaje cambia constantemente, y también a que ella - junto a la humanidad- comprende cada vez mejor las complejas realidades sociales y el aporte específico que el Evangelio puede ofrecerle como dijo el entonces Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, en la instrucción doctrinal Domum Viritatis 24. Elementos contingentes son características propias de la doctrina social y exigen un cuidadoso discernimiento por parte de su destinatario porque lejos de ser una desventaja, es un signo de su capacidad de renovación a la vez que mantiene la continuidad en sus principios fundamentales. De esta forma lo que se intenta evitar es que la doctrina social de la Iglesia sea manipulada y distorsionada por ideologías extremistas de carácter conservador o progresista.

Todos los miembros de la Iglesia son destinatario de su doctrina social, pues todos deben dar su contribución a la construcción de una sociedad más justa, cada uno según su propia vocación. De modo especial, el magisterio social de la Iglesia se dirige a los laicos pues sus responsabilidades relativas a la construcción de la organización y el funcionamiento de la sociedad implica un compromiso en sus obligaciones políticas, económicas y administrativas. A la luz de la fe, la doctrina social de la Iglesia no quiere renunciar, ni puede, a la plausiblidad racional y por eso se dirige también a todos los hombres que buscan modos y formas cada vez más humanas de organizar la vida social.

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