José Manuel Moreno Arana

Las otras portadas (y VII)

23 de julio 2024 - 03:04

¿supuso el Neoclasicismo la muerte de la portada? El camino andado en los últimos meses no deja de ser una reflexión sobre una parte de nuestra arquitectura doméstica. Un fragmento de un todo pero no uno cualquiera. La portada se convierte desde la Edad Media en un punto focal, el principal centro de atención del exterior de la casa en construcciones que, con frecuencia, surgen y se desarrollan como una acumulación de estructuras sin más orden que un crecimiento orgánico, no planificado, necesariamente adaptado a un sustrato urbanístico previo. Es el elemento de prestigio que oculta esa realidad. El telón teatral donde la nobleza de la piedra y la decoración se concentran, haciéndonos incluso ignorar la pobreza material y compositiva del resto de la fachada, y de la propia vivienda.

El último tercio del XVIII va a suponer un cambio. Un maestro de obras como Juan Díaz de la Guerra, autor del Palacio Domecq, se interesa por trazar de una manera global las fachadas, aunque con una estética barroca tendente a los contrastes y a jerarquizar partes donde la portada mantiene su protagonismo. La ruptura vendrá con la nueva enseñanza académica, opuesta a la ornamentación rococó. Hacia el último decenio del siglo irrumpe la figura de José de Vargas, el primer arquitecto local titulado por la Academia de San Fernando de Madrid. Él empleará las severas formas neoclásicas en la fachada del Palacio Camporreal, que articula a base de numerosos vanos de un diseño cuidado en el que la portada, pese a centrar la composición, queda integrada en el conjunto sin destacar excesivamente. Con todo, ya en otros ejemplos de ese Neoclasicismo temprano, como Corredera 38 o Merced 9 bis, no queda rastro de ella. Será la tónica a partir del XIX y XX, cuando sólo algunas tentativas historicistas intentaron, con discutible éxito, revivirla.

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