El parqué
Álvaro Romero
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Tribuna libre
Irene Montero, esa fina intelectual del desgobierno en el poder, musa de los neologismos trans, pan, poli… etc… y del lenguaje políticamente correcto elevado a la enésima potencia, ha vuelto a gongorinear (permítaseme esta palabra, palabro o palabre) con las esdrújulas.
La líder, hasta ahora y que se sepa, de la manada del Macho Alfa, no debe estar pasando sus mejores momentos en la soledad de su particular Xanadú, mientras Pablo se halla en paradero ignoto, quizás con una nueva protagónica de sus amoríos.
De ahí que su poderoso magín haya dado vida a un brillante y luminoso concepto, del que todos debemos alegrarnos. Ha sido a raíz de que el Tribunal de Cuentas haya comunicado por cuanto les ha salido la juerga independentista a los señoritos del 'procés': unos diez millones de euros, que no está mal para que no haya habido ni marisco ni hetairas ni coca, eso que se sepa. Y allá que se ha plantado esta musa progrepija diciendo que ella es partidaria de eliminar todo lo que no sea "protagónicamente" político es esto de la negociación con los insurrectos no arrepentidos. Toma ya.
Lo de eliminar ya de entrada suena bastante feo, aunque no nos vamos a sorprender a estas alturas del afán eliminador de los comunistas a lo largo de la historia. En eso han sido auténticos maestros, desgraciadamente para la humanidad. Pero, claro, por ahora vivimos teóricamente en un Estado de Derecho, aunque a Irene le gustara o gustase mas otra situación.
Y por ahora, aunque agónicamente, las instituciones jurídicas protagónicas de la Administración Pública creo que tienen algo que decir. No sé, por suponer, ¿eh? Por eso el máximo órgano fiscalizador de la política económica del sector público, sector en el que por cierto está Irene, y parece que muy confortablemente en su papel protagónico, ha tenido que calcular el pastizal que se han fundido los secesionistas en sus ensoñaciones.
Yo entiendo que a la camarada Montero no le guste el Derecho. En eso vuelve a ser una émula aventajada del marxismo. Aún recuerdo mi manual de Derecho Penal de 3º de carrera, en el que en el capítulo de delitos contra el Estado decía aquello de que el Derecho no era más que la superestructura… claro, estaba redactado por un marxista que, no obstante, era un magnífico docente. Y en efecto, el Derecho para un buen émulo de Carlos Marx es una realidad burguesa y asfixiante que hay que eliminar para dar paso a la sociedad comunista.
De ahí que a esta chica, pensando en esa sociedad que tan buenos resultados ha dado, se le haya escapado lo de la eliminación, que mucho me temo que conllevaría otras eliminaciones de entidad personal, como en la Historia ha sido y sucedido.
El Derecho, por tanto, no debe ser protagónico, debe ser eliminado del escenario político para así hablar sin estorbos con los condenados por el Supremo. ¡Qué habilidad la de esta moza con el lenguaje! Día a día nos sorprende y cautiva, desde su analfabetismo funcional, con nuevas palabras surgidas de su mente creativa y feminista (¿no sería mejor feminística?)
En eso también demuestra ser una aplicada discípula del jacobinismo político, antecedente del marxismo, que cambió los nombres de los meses del año en el nuevo calendario revolucionario. Si repasan a título de ejemplo la nueva ley trans, verán que llega completita de palabrejas alambicadas para no decir las palabras de siempre, que son muy fascistas y reaccionarias, como todo el mundo sabe.
Así que, resumiendo, y haciendo un juego de palabras, hay que eliminar todo lo que estorbe para dialogar con los que han vulnerado flagrantemente lo que estorba, que es la Ley. Mala práctica esa de la eliminación de lo que no nos gusta. Recuerden la frase de Tarantino: se comienza salvando ballenas y se termina… bueno, omito el final, que es conocido pero vulgárico. ¡Uy! Perdón, se me ha escapado. Es que como decía mi abuela, todo lo malo se pega.
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