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Carmen Pérez
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Opinión
En el pasado 1988 del siglo XX, el jerezano Francisco González Vega alumbró su primer poemario: La Clara Luz. Me pidió que fuera el presentador del acto que había previsto organizar para la presentación del mismo; invitación que acepté con el placer que me ha producido siempre echar una mano y, por qué no confesarlo, ponerme ante el público como actor o sencillamente como presentador. Otros presentadores –me destaca el autor- para algunos de sus libros, han sido el recordado José Rodríguez Carrión, doctor, profesor, Hijo Predilecto, académico de la de San Dionisio y concejal del ayuntamiento durante el gobierno de Pedro Pacheco Herrera, así como el compañero de Onda Jerez, Esteban Fernández. La presentación del reseñado primer libro tuvo por escenario las instalaciones de Caja de Ahorros de Cádiz, calle Santa María.
Los años han ido pasando y mi amigo Francisco no ha parado de escribir poemas y publicarlos como autónomo al tiempo de prestar atención a otras fórmulas difusoras como documentales. En 1989 Feria del Caballo –audiovisual-, en el 90 Alas del Pensamiento –libro-, 1991 Tierra que no calla –audiovisual-. Tras una prolongada pausa vuelve al libro con Barro y Poesía, en 2016, insertando en el mismo dos relatos breves: El Cristo y Juanillo y el Perro de mi Vecino.
Quiero prestar atención a la breve producción prosística del poeta, centrada en el primero de los dos trabajos reseñados, una historia con mucho de diversión y sentimentalidad centrada en el barrio de La Plazuela. Un inicio con sabor lorquiano: “Eran las “Cinco de la tarde”. Un esplendoroso sol caía sobre las blancas falladas de las calles en un día de primavera de 1945”. Costumbres, motes y habla, dan una cierta gracia y musicalidad al barrio de San Telmo.
Hay un mucho del Marcelino Pan y Vino de José María Sánchez Silva, en este “El Cristo y Juanillo”. El séptimo arte nos ofreció una versión protagonizada por Pablito Calvo con dirección de Ladislao Vajda. Ahora, Francisco González Vega nos brinda una personal versión del personaje central; el Marcelino es Juanillo y el crucificado de la película es nuestro Cristo de la Expiración. Al de la historia primera Marcelino le ofrece pan, al de Jerez, un mendrugo. No había nada más en su modesta casa, sólo hambre.
El relato abunda en la vivencia del barrio, de su amigo Pepe “El Perejil”, su padrino, y su mujer “La Perejila”, sus padres, Perico “El Chatarrero” y Juani “La Chatarrera”. Y él mismo presume de su mote: “El Chatarrero”. Al Cristo le llama Gitano y, con Él entabla conversación: ¿Tú cómo te llamas?. Me llaman el Señor de los Gitanos y a mi Madre, María del Valle. El Cristo cobra vida en la voluntad de Juanillo y con Él ofrece una panorámica del barrio de San Telmo reseñando nombres de personajes y lugares conocidos: el Campillo, la Hoyanca y la ermita de San Telmo ante la que suena una saeta cuando las imágenes del Cristo, de su Madre y de “Juanillo”, enfilan el camino que les llevará a cumplir su anual estación penitencial ante el clamor popular y entre gritos de guapo, guapo, guapo.
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