Respeto de la Frontera

Lo de la falta de respeto es una epidemia que nos está azotando desde hace años pero que, en los últimos, se ha recrudecido. Falta de respeto a cualquier persona como forma cotidiana de relacionarse. Desde el desdén y desde la desconsideración. Las causas de tal despropósito mejor ni analizarlas porque son de difícil solución y sería meternos en un berenjenal filosófico. Las consecuencias, sí, porque llama la atención la osadía de quienes se atreven a cuestionar o levantar la mano a cualquier funcionario público o privado que intenta cumplir con su profesión de la manera más ejemplar que puede y que, por lo que estamos viviendo, debe asumir ser agredido o insultado a las primeras de cambio.

Noticias diarias que nos salpican a diario o sufrimos en nuestras carnes, en centros sanitarios, en escuelas e institutos, en oficinas, bancos, ayuntamientos comisarías o casi en cualquier lugar público en el que la tolerancia brille por su ausencia. Falta de decoro y falta de educación llevada al extremo en contraposición a un mundo respetuoso con los demás donde la cortesía y la simpatía fueran artífices de una convivencia sana y saludable. Más aún, para una sociedad denominada avanzada, en el que los homos sapiens se han ido empobreciendo girando hacia homos egoístas que solo piensan en su propio beneficio.

Pero claro, es importante también decir que en la otra parte también cuecen habas. Médicos, profesores, directores, conductores, camareros, policías, guardas de seguridad, agentes de la autoridad, políticos y demás elementos adscritos a la no empatía que parecen estar siempre cabreados, con los cuernos revirados y perdonándote la vida nada más verte. Con una expresión en sus caras y en sus bocas dignas de niñatos prepotentes o maduros engreídos que tratan a los demás sin el debido respeto. Un poco de por favor.