Felipe Ortuno M.

Tahúr del Misisipi

Desde la espadaña

19 de marzo 2025 - 03:06

La mentira es una harpía, una diablesa enmascarada de sensualidad capaz de engatusar el cerebro del más perspicaz de los mortales. Distorsiona la mente hasta el punto de hacer pasar por verdad lo que es aparente. Propone una quimera como si fuera la realidad de lo existente. Un arma que en manos de un depravado puede provocar la confusión más inconcebible: la expresión de aquello contrario al propio pensamiento, ‘locutio contra mentem’, decía el Aquinate. Quien la utiliza lo hace a conciencia y con muy bajo nivel de ésta, habida cuenta de que su razonamiento distorsiona y manipula con el fin deplorable de hacer daño. Hay hombres así, Pinochos compulsivos, Lazarillos del trampantojo que hacen tropezar a todos los que con ellos andan de tanto artificio que llevan. De gente así hay que guardarse. El archi mitómano fue Satán, y de ahí a hoy florecen como grama en barbecho. No me refiero a quienes la dicen y se la creen, que admite cierta consideración psicológica y misericordiosa; sino a quien la provoca para provecho propio y la mantiene como si en ella residiera la verdad.

Quien defiende una idea y no la sigue, sino que, por el contrario, se contradice y es capaz de cambiarla por otra contemporizadora, como si de una baraja de naipes se tratase, dícese que es trilero y ventajista, como el tahúr del Misisipi, de Tod Conrad, cuyo ejercicio consistía en desplumar a los incautos pasajeros del vapor que surcaba los meandros del río. A los cinéfilos recomiendo que vean: El Gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald e interpretada por DiCaprio. Gatsby miente sobre su pasado, de sus intereses amorosos y sobre su enorme fortuna, que nadie sabe de dónde proviene.

Hay gente que miente sobre lo que hace, los hay que trafican con sus valores, pero Dios nos libre -estos son los peores y más siniestros- de quienes se mienten a sí mismos haciéndose enemigos de su propio yo. Imagina de los demás. Son delirantes además de fulleros. Ojo con ellos cuando engolan la voz y profieren frases como: por supuesto que sí… mi palabra está dicha para siempre… porque yo honestamente…. Locuciones que delatan la construcción de una mentira. Y como esas muchas. Hasta en la Biblia Abraham miente, Isaac miente y Jacob miente. Parece que la humanidad se hubiera construido sobre la gran mentira, si no fuera porque hay una verdad capaz de perdonarla, que daría para otro tema más enjundioso.

A lo que voy. Tenemos al mentiroso entre nosotros. Vive cerca. Habla para todos. Presume ante todos y nos engaña constantemente. Se trata de descubrir al personaje, sacarle de sus casillas hasta ‘dar a la caza alcance’; con tal de que no seamos nosotros mismos. Acabo de ponerlo difícil. Porque no podemos señalar a nadie sin antes habernos mirado en el espejo de la congruencia y la sinceridad. Las trolas andan al orden del día sin distinción de raza, tiempo o lugar. La tradición española, por ejemplo, en la novela picaresca, presenta una galería de cuentistas y farsantes que ni Dante en su Infierno podría acoplar.

Si Cervantes levantara la cabeza encontraría en el hodierno materia suficiente para unas Novelas Corruptas, de tanta fullería y engañifla que hay por aquí. Nos hemos acostumbrado de tal manera, que hasta lo cierto se nos hace dudoso. Máxime si sabemos que el mismo diablo, siendo el padre de la mentira, puede decir la verdad si le sirve para sus propósitos. Las mentiras más engañosas, a menudo, contienen verdades distorsionadas, lo que la convierte en medias verdades ¿habrá mayor mentira? Los mentirosos patológicos están instalados en las más altas instancias y su deshonestidad llega a tal categoría que pudiera parecer que todos somos así. Ya sentenciaba el monacato: si el superior va al baile, qué harán los frailes.

Abundan las personificaciones de la mentira, perversos pseudólogos, hijos de la discordia, que nos tienen a todos confundidos. Una fábula transmitida por Fedro afirmaba que ‘Mendacium (la mentira) fue creada por Dolo, la personificación de los engaños y las ardides, cuando trabajaba de ayudante de Prometeo que tuvo que ausentarse cuando estaba fabricando a la Verdad, dejando sólo a Dolo. Este aprovechó la ocasión y construyó una estatua idéntica a la de su maestro. Cuando Prometeo volvió se sorprendió gratamente de las artes de su aprendiz, y metió ambas estatuas en el horno. Pero Dolo no había tenido suficiente barro para acabar su obra, y no había terminado de rematarle los pies. Por eso, cuando ambas estatuas salieron del horno, la Verdad caminaba con pasos firmes mientras que la Mentira, coja, tenía que detenerse.

Así andamos pues, pseudo ciudadanos, hechos a la mentira; pseudo demócratas, aplastados por quien la sostiene y no enmienda; pseudo ricos por quien nos arruina; pseudo unidos por quien nos divide; pseudo en todo, que significa lo contrario de la verdad, siendo ficción todo lo que nos venden y mentira verdadera, que es verdad. Así nos tienen, jugando a la verdad de la mentira y a la mentira de la verdad, como cuando estudiábamos (tiempos aquellos) Lógica matemática y tablas de verdad. El Príncipe de la Mentira ‘ronda como león rugiente buscando a quien devorar’ (1Pe 5,8ss) Resistiremos, como en la pandemia, gracias a los comités de expertos, asomados como incautos a los balcones para volver a aplaudir a los héroes que nos protegían, a los que murieron engañados, y a esa pléyade de jueces que luchan todavía por encontrar la justicia.

Seguiremos al servicio de la verdad, a pie de guerra contra el falseamiento existente, contra la mentira instituida, contra la sombra que quiere tapar la luz. A pie de guerra contra la comedia del mentiroso, ese farsante que confunde y difunde engaño, treta y artificio, ese chalán buhonero que a cada cosa que hace la convierte en falsedad. En el caso hipotético de que Alfonso Guerra hablara ¿quién diría que es el tahúr del Misisipi?

stats