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Carmen Pérez
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Desde la espadaña
Este año los andaluces escucharemos las campanadas jienenses. Para servidor de ustedes lo mismo le da Jaén, la Puerta del Sol que el Big Ben de Londres. El tiempo, será medido con el tiempo. Espero, eso sí, que haga buen tiempo para quienes salten como los peces en el río. Habrá un tiempo para tan importante retrasmisión horaria que conseguirá, superando a Einstein, poner de acuerdo todas las cadenas autonómicas (tiempo y espacio) y al babelismo lingüístico a contar hasta doce tilines y principiar así otro tiempo inopinado.
A mí la cronología me importa un bledo, en tanto no se me acabe; el tiempo es otra cosa. Por lo pronto, me comí las uvas a las 10 de la mañana del día 27, al toque de los bronces de la Iglesia de San Mateo. Porque los que allí estábamos no teníamos ocasión mejor que la de adecuar la cronología a la amistad. ¡Considero que esto ha de ser otra medida a considerar sobre el tiempo! ¡O tempora! o mores!, decía Cicerón, mientras arremetía contra Verres y Catilina. El gran problema del tiempo va más allá de su magnitud física con la que se mide la duración o separación de acontecimientos, algo más que pasado, presente y futuro.
El Observatorio de San Fernando ‘fabrica’ segundos(s), según me comenta Paco Mateo, que tuvo la gentileza de definirme el segundo, el cesio y la hora atómica. Me quedé a varios minutos de entender lo que explicaba, salvo que la física es más precisa que cuanto yo pueda concebir. Ahora que llevamos un Smart Wacht en la muñeca medimos todos los tiempos: pulsaciones, cardio, pasos, trote, galope… Pero ¿dónde está la medida de la otra cosa? De entre todos los calendarios que hay: chino, hebreo, hindú, musulmán, persa, budista...y, el más utilizado en todo el mundo, el calendario gregoriano, creado en 1582, no he podido encontrar la respuesta.
Debe ser que el tiempo transita, además, por otros almanaques más complejos que el de la ‘fábrica de San Fernando’ y el movimiento atómico del cesio. Los griegos distinguían entre Chrónos, tiempo lineal, que se mide con el reloj, y Kairós, que es el momento justo, no el tiempo cuantitativo sino el tiempo cualitativo de la ocasión, la experiencia del momento oportuno.
Nosotros, con las campanadas, vivimos el monótono tiempo secuencial (chronos), el instante que se nos escapa de las manos (tic-toc-tic-tac); y a mí me interesa otro tiempo que soporte el destino del hombre. No me afecta tanto medirlo cuanto vivirlo. Las campanadas me dan igual; importa lo que acontece mientras tanto y, ahí, se me pierde la medida. Nunca ha habido tantos relojes como ahora, ni tantos estudios sobre las fases evolutivas de la luna ¿y qué?; el tiempo no termina allá ¿Quién mide el tiempo profundo?: ese lapso diferente al tiempo cronometrado.
La secuencia de los minutos es aburridísima; en tanto que el minuto en que alguien te mira y dice te quiero se convierte en eterno ¡qué diferente es cada tiempo! Está claro que hay un tiempo psicológico que tiene que ver con el ánimo ¡qué rápido pasa si es favorable! Minutos que se troquelan en el corazón y no pasan nunca, permanecen volando en el firmamento, como agujeros de luz que no pueden estar sujetos a la sucesión encadenada del tic-toc; porque cuando Dios pone su mano sobre los hombres, se rompen las agujas del reloj.
Decía el viejo Platón que el tiempo es una imagen móvil de la eternidad ¿Quién sabe si Dios mismo se hace segundos y horas y días y Vida Eterna? ¿Quién sabe si entre dos ahoras se sitúa este presente que acontece? que diría Aristóteles ¿Qué sabe nadie? cantando con Raphael ¿Qué sabe nadie? Quizás ahora no sea el tiempo para hablar del tiempo y haya que dejarlo para un tiempo más oportuno; pero las campanadas del Año Nuevo - ¿Año Nuevo? - me llevan en volandas hacia ese otro tiempo que escapa del entendimiento y me sitúa en el corazón, a ese otro espacio de tiempo significativo que no se contiene en los relojes del mundo, ni siquiera en la atómica concepción del segundo. Un tiempo con el que poder identificarme para siempre.
Mientras tanto, el pretérito perfecto simple seguirá siendo un tiempo absoluto y el tiempo compuesto estará constituido por dos formas verbales ¿Sólo eso? ¡Qué tiempo tan crudo! Parece que estuviéramos en tiempo muerto, como pasa en ciertos deportes de altura. Tiempo al tiempo; o tiempo sidéreo; o tiempo simple; o solar…y así hasta llegar a un tiempo verdadero. La filosofía lo intuye, la física lo positiva, la teología lo espiritualiza. Todos intentando escalar los espacios infinitos del tiempo, todos queriendo apropiarse de ese fluido inasequible que tanto ha influido en el hombre y aún le sigue determinando en su camino secuencial.
Me quedo con el tiempo dimensional, ese en quien todas las cosas son posibles, en cuyo rostro rejuvenecemos y con cuyas alas paseamos por la eternidad. Tiempo que somete todas las cosas, más afilado que cualquier filo, con cuya espada se vence todo lo imposible que el tiempo sólo jamás podría conquistar. Me quedo con el Kairós del tiempo, con el momento oportuno que dignifica la veleidad de todas las cronologías. Entonces, celebraré las uvas que den sentido horario a las florituras inconsistentes de las rancias campanadas de fin de año.
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