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La primera semana de la Cuaresma se inicia con el Vía Crucis de las hermandades. Este año, pasado por agua. Desde esta humilde tribuna quiero felicitar a la hermandad de la Coronación de Espinas por el buen gusto a la hora de organizar todo de cara a este acto piadoso. Una felicitación extensiva que se basa en la valentía demostrada para salir a las calles de Jerez camino de la Catedral en una tarde que era como un campo minado. Sin embargo, al Cristo de la Coronación no le cayó ni una motita de agua. Las cosas del Señor. Y de velocidad quiero hablar hoy en esta Crestería porque fue la justa y necesaria para que la imagen del Señor Coronado estuviera presidiendo dicho Vía Crucis y después volviera, siempre elegante, a su capilla de los Desamparados. En Sevilla pasó tres cuartos de lo mismo. En este caso el Yacente de San Gregorio que fue a la Metropolitana Seo de la Archidiócesis y volvió a su templo sin incidencia alguna. Las cosas de las cosas es que hay mucho entendido en todo esto de las cofradías. Deshecho de tienta que, sentado en el sofá de su casa con un móvil en las manos, se cree con la autoridad moral para criticar lo que no viene a cuento. Para abrir una cuenta en ‘X’ habría que tener un carné que certificara tener sentido común. Los desahogados sevillanos hicieron todo tipo de burlas y ‘memes’ con la velocidad que impuso la hermandad para llegar, en apenas veinte minutos, a San Gregorio. Bromas de mal gusto puesto que fue solo llegar el Señor y cayó en la calle Alfonso XII un aguacero como si no hubiera un mañana ¿Qué hubiera pasado si la imagen de Juan de Mesa se hubiera mojado por recrearse en la vuelta como pretendían los ‘entendidos’? No quiero ni pensarlo. Pero no se mojó, anduvo la parihuela como tenía que andar y se evitó la lluvia sin descomponerse. Reírse de una estrategia de diez es como para hacérselo mirar.
El gran evento de la semana fue el concierto del Soria 9 en Capuchinos después de cinco años. Otro clásico de la Cuaresma. Delicioso y maravilloso encuentro con la música cofradiera. Todo un alarde de definición y armonía musical. Quizá pareció un concierto ‘acústico’ al echarse de menos la escuadra de tambores y cornetas en determinadas marchas elegidas para el repertorio. Y quizá también se echó de menos el Himno Nacional para dar el pase de pecho. Pero el repertorio y la musicalidad de la banda de la Unidad de Música del Cuartel General de la Fuerza Terrestre estuvo, una vez más, fuera de toda duda. Maravilloso recuerdo a López Farfán y recreación de Cristo de la Expiración, la marcha de las marchas, en un encuentro que no debe de faltar más en Jerez en los días previos a la Semana Santa.
La noticia luctuosa de la semana fue la muerte de Paco Muñoz. Rociero auténtico de los de verdad, cofrade y hombre conocido por gran parte de Jerez. Quien suscribe este artículo tuvo gran afecto por el bueno de Paco Muñoz. No voy a narrar nuestras conversaciones y tampoco hace falta señalar de dónde nace este afecto que siempre entendí como mutuo. Pero la muerte de Paco Muñoz resonó en mi corazón como un “hachazo invisible y homicida” que diría el poeta. Aquellas cervezas en su cuarto del Rocío, aquella comida bajo los pinos del Coto, aquellas conversaciones en su hermandad del Transporte quedan entre Paco y yo. Que la tierra le sea leve y que su familia lo recuerde siempre como un gran tipo. Y, por supuesto, un beso fuerte a su hijo Raulito que, según he podido saber, dio un auténtico ejemplo de encajar el golpe duro de la muerte de su inseparable padre.
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