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La muerte de Thomas Eugene Kurtz, a los 96 años, que desarrolló con John Kemeny el lenguaje Basic, es una ocasión para rendirle homenaje y reflexionar sobre los valores de los pioneros de la informática. Beginners All Purpose Symbolic Instruction Code (Basic) es un lenguaje de programación desarrollado en los años 60 en el Darmouth College como alternativa a los crípticos Fortran y Cobol, buscando una forma de enseñar a las máquinas que fuera compartida de forma gratuita en la investigación y la escuela. El carácter accesible y popular que se quería dar a la informática contrasta con la creciente codicia en su comercialización.
Difícilmente se puede exagerar la importancia de Basic, que al permitir la utilización de una máquina por varios usuarios, dando acceso remoto a centenares de estudiantes y programadores que formulaban preguntas y recibían respuestas, posibilitó la revolución creativa posterior. Aunque resulte obvio, una máquina no funciona sin un lenguaje que le enseñe, y de ahí la importancia de lo que Kurtz y Kemeny hicieron, pues facilitó hace 60 años la aparición del IBM System/360 separando máquina y lenguaje, con software intercambiable y acceso a equipos periféricos. Desde entonces, el incremento exponencial de transistores en un microprocesador, y el concepto Arpanet, conectando ordenadores remotos, son el preludio de lo que tenía que venir. Martin Cooper y Joel Engel crean el primer teléfono celular para Motorola, y el Departamento de Defensa de Estados Unidos el GPS; salen luego los portátiles de Intel, las bases de datos relacionados de Larry Ellison para Oracle, la batería de litio recargable de John Bannister, el Macintosh con ratón e interfaz gráfica, el Windows 3.0 de Microsoft por Bill Gates que admite aplicaciones diversas, la www o World Wide Web de Tom Berners, el almacenaje de datos en nube, y el iPhone como microordenador con acceso a Internet. Cada avance tiene nombre de personas geniales, que abren nuevas posibilidades como el uso de redes neuronales por Krizhevsky, Hinton, y Sutskever para analizar los datos que forman imágenes.
No se trata de quitar mérito a los que aprovechan oportunidades comerciales, que impulsan la robótica o la impresión 3D, y sacan empresas adelante, que no es poco; pero hay un abismo intelectual entre quienes tienen una visión a partir de casi nada, dedican su vida a ella, y abren caminos que se ensanchan luego en aplicaciones a vehículos eléctricos, satélites y viajes espaciales, o inteligencia artificial auto generativa. Cuando Juan Carlos Mestre dice que la poesía es el lenguaje de la delicadeza humana, nos hace pensar que también hay algo de poético y delicado en los lenguajes clásicos de la programación. Si sólo quedara un poco del espíritu de personas como Thomas Kurtz, seríamos optimistas sobre la economía cibernética, pero se ha perdido la capacidad de unir desarrollo individual y visión social, y la admiración y gratitud hacia esa comunidad sabia, sin la que el éxito empresarial no sería posible. Y lo que es peor, vemos un afán desmedido de dominio en todos los ámbitos, junto al endiosamiento de los nuevos tecno libertarios, encumbrados por el poder de las cotizaciones bursátiles de sus compañías.
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