Opinión
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Tribuna libre
Este 25 de noviembre, el calendario nos recuerda una fecha marcada por el oportunismo político: el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Bajo el paraguas del feminismo radical y de la mal llamada violencia de género, esta jornada ha sido secuestrada por la izquierda para perpetuar un relato falso y dividir -aún más si cabe- a nuestra sociedad.
Desde VOX, siempre hemos condenado de manera rotunda cualquier tipo de violencia, incluidas por supuesto las que afectan a las mujeres. Sin embargo, no podemos aceptar el concepto de violencia de género, que estigmatiza a hombres y mujeres por igual y margina a otras víctimas que también necesitan ayuda. Este concepto no es más que el núcleo de un negocio político que, con subvenciones millonarias, financia estructuras ideológicas y olvida a las verdaderas víctimas.
El feminismo radical y la izquierda han instaurado una horrible guerra entre hombres y mujeres, imponiendo la narrativa de una mujer eternamente oprimida y un hombre siempre opresor. Pero la realidad es bien distinta: ni todas las mujeres son víctimas ni todos los hombres agresores. Reducir un problema tan complejo a una lucha entre géneros no solo es simplista, sino peligroso.
El sistema que defienden estos colectivos ha gestado un contexto de desigualdad. Han creado víctimas de primera y de segunda clase, ignorando a muchas mujeres y hombres que sufren violencia. Mientras tanto, las leyes, pactos y manifiestos que pregonan no han conseguido reducir ni el número de víctimas ni los delitos violentos. ¿Acaso el objetivo no debería ser proteger a las personas, más allá de los lemas y las campañas propagandísticas?
En VOX defendemos que la violencia se combate con políticas eficaces y justas, no con discursos que criminalizan ni con ideologías que perpetúan conflictos artificiales. La mujer no es una bandera para ondear en busca de rédito político, ni el hombre un enemigo a abatir. La violencia, en todas sus formas, debe ser erradicada con firmeza y compromiso, sin ideologías que por sí mismas son excluyentes.
Hoy, ante tanto discurso vacío y sectario, reivindicamos la verdad: la lucha contra la violencia no debe ser un negocio, sino una causa común.
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