1936

En tránsito

15 de febrero 2025 - 03:06

Qué habríamos hecho cada uno de nosotros si nos hubiera tocado –el azar es caprichoso– vivir la tragedia inconcebible de la guerra civil? ¿Cómo habríamos reaccionado? ¿Qué postura habríamos tomado? ¿Y qué nos habríamos atrevido a hacer, si hubiera estado en nuestra mano hacerlo? ¿Habríamos denunciado a alguien para salvar el pellejo? ¿Habríamos mentido? ¿Habríamos matado? Son preguntas interesantes y que en realidad no tienen respuesta: nadie lo sabe, nadie lo puede saber. Por eso asombra ver que gente que tiene 30 ó 40 años y no ha vivido nada ni remotamente parecido a lo que vivieron nuestros abuelos se permita afirmar cosas que ponen los pelos de punta sobre lo que ocurrió en 1936. ¿Cómo pueden estar tan seguros de lo que dicen? ¿Y cómo se atreven a hacerlo?

Es bien conocido el caso de Manuel Machado –se contaba en la espléndida exposición sobre los hermanos Machado que comisariaron Alfonso Guerra y Eva Díaz–, que tomó un autobús a Burgos para ir a ver a una cuñada monja justamente el 17 de julio de 1936, de modo que se encontraba en Burgos cuando la ciudad cayó en manos de los sublevados. Manuel Machado era un personaje liberal y republicano, así que alguien lo delató y los franquistas lo metieron en la cárcel, hasta que pudo salir gracias a las gestiones de unos amigos. Y al salir de la cárcel, el liberal Manuel Machado se convirtió en un fervoroso franquista que escribió sonetos ensalzando a Franco y a José Antonio. Pero uno se pregunta qué habría sido de Manuel Machado si el 17 de julio de 1936 se hubiera quedado tan tranquilo en Madrid, es decir, en zona republicana. ¿A favor de quién habría escrito los sonetos? ¿Y cómo lo juzgaríamos ahora?

¿Y qué habría sido de Miguel Hernández cuando estaba en la cárcel y sus amigos franquistas le pidieron que hiciera una declaración retractándose de su pasado comunista? Si firmaba –le dijeron–, el régimen franquista se encargaría de ponerlo en libertad y de facilitarle la vida. Como era un tipo decente, Miguel Hernández se negó a firmar, así que siguió encerrado en la cárcel hasta que murió a los 31 años en Alicante. Miguel Hernández no quiso retractarse, pero ¿qué habría pasado si hubiera accedido? ¿Cómo lo juzgaríamos ahora? ¿Y qué habríamos hecho nosotros si hubiéramos estado en su lugar? ¿Habríamos demostrado la misma valentía? Ah, amigos, nadie lo sabe. Nadie.

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