
Con la venia
Manuel Muñoz Fossati
Si quieres la paz
Hoy corona esta columna un capitel fotográfico cuya ornamentación presenta molduras de nostalgia. Grupo humano integrado en su mayor parte por alumnos de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). Año de gracia del Señor de 1946. Pulpa social de la posguerra. El panorama cromático era por lo común córvido, esto es, envuelto como en un halo -ligero como la pluma- de negras tonalidades. Esta época de penuria y hambruna de España tenía el pico de las estreches económicas bastante largo. Como la silueta de las aves paseriformes. Siempre, tras el estruendo de una guerra, sobrevuelan cuervos sobre el caligrama de la memoria. Los españoles salieron a flote como buenamente alcanzaron sus entendederas. Y la cortedad de caudales de sus bolsillos. Al mal tiempo, buena cara. Y aplicación en los estudios para quienes podían corresponder sus talentos a las materias académicas más propicias. La honradez era inversamente proporcional a las nulas posibilidades de manjares en la mesa del procomún de los ciudadanos. Los encajes de bolillos de las amas de casa también eran piruetas linderas al milagro a la hora del almuerzo. El desarrollismo campaba aún lejos. Aún resonaban en los tímpanos de todos los inocentes -de un bando y otro- las denotaciones a sangre y fuego que asoló el suelo patrio durante años de matanza sin miramientos.
Sin embargo la década de los 40 quiso pasar página en el quehacer cotidiano, familiar, de todo hijo de vecino. Recordar la tragedia sólo a efectos preventivos: esto es: evitar la repetición de cuanto a todas luces creció como un órdago de la sinrazón. La fotografía que hoy ilustra nuestro ‘Jerez íntimo’ rezuma arte y talento. Data de 1946. Pueblan la misma artistas en potencia. Sin pretenderlo, lejos de ningún asomo de jactancia, destaca Manuel Romero Fernández, célebre pintor nacido en Jerez el 18 de julio de 1924 (podría considerársele, consiguientemente, por razones cronológicas, un niño de la Guerra). Andando el tiempo sería profesor de pintura y dibujo en la Escuela de Artes Aplicadas de Jerez. Según José Ramón Fernández Lira, “profesor de término por oposición”. En 1961 es nombrado director de esta Escuela, desempeño que asumiría durante una larga y fructífera etapa hasta el día de su fallecimiento (el 22 de mayo de 1977). Entre sus obras descolla -siendo muy representativo de su propio estilo personal- el conocido mural que se extiende sobre todo el fondo de la capilla del Sanatorio de Santa Rosalía, hoy Santuario de San Juan Grande.
Igualmente, a guisa de ejemplo, otra obra muy preciada por el criterio cofradiero de la ciudad: esto es: en el manto de la Amargura figuran, distribuidos con precisión, quince medallones bordados en seda de colores, con los misterios del rosario -los gozosos a la izquierda, a la derecha los dolorosos, y los de Gloria en el centro-, así como figura en el medallón principal -que está en el centro de la caída del manto- la coronación de la Virgen por la Santísima Trinidad. Pues bien: los bocetos de los dibujos para los referidos medallones pertenecen a la mano maestra de Manuel Romero Fernández -a su cargo además se estableció la supervisión de los mismos, a la vez que la realización cuajó en la autoría de Manuel Benítez Gamaza y la hermana Baloina Pérez de Turizo. Manuel Romero Fernández igualmente trabajó con Paco Pinto Berraquero en las copias que realizara del Santísimo Cristo de la Defensión. ¿Podemos asegurar a pies juntillas que Manuel Romero fue profeta en su tierra? ¿Supo la ciudadanía granjearle la rúbrica del respeto y la admiración? ¿Amén, además, del reconocimiento profesional? Aunque doctores tiene la Iglesia en este particular campo del meritorio artístico, podemos asegurar, sin amago de equívoco, que sí. Basten dos muestras palmarias: de un lado su elección -y mantenimiento en el cargo- como director de la Escuela de Artes Aplicadas de Jerez durante diecisiete años y hasta la hora de su temprana muerte; de otro, la constatación de su nombre y obra en la voz autorizada del académico José Ramón Fernández Lira, quien subrayó la nombradía de Romero Fernández en su obra ‘Seis momentos de arte y cofradías’.
La fotografía que hoy elijo es doblemente ilustrativa. Se trata de los alumnos del curso de Manolo el marino. Tal que así le llamaban sus compañeros de la madrileña Escuela de Bellas Artes de San Fernando. En la foto, Manuel viste de tal. A la izquierda de Romero Fernández figura, con bigote, el pintor malagueño Manuel Mingorance Acién, quien vino al mundo en 1920 y partió para las celestiales moradas, a los 93 años, en el año 2014. También está presente, como el benjamín de la clase, Francisco Echaiz -a punto entonces de cumplir 20 años-, fallecido con 84 en 2011. También el canario César Manrique (Arrecife, 24 de abril de 1919-Teguise, 25 de septiembre de 1992). Murió en fatídico accidente de automóvil. Una imagen vale su peso en oro más que mil palabras. La que muestro a los jerezanos en este día de Andalucía sostiene un cierto sesgo poético cuyo trasfondo, como el primigenio libro de versos de Camilo José Cela, pisa la dudosa luz del día.
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