
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Respuestas populistas
El domingo 29 de noviembre de 1953 unió de por vida a Lola Flores con la Hermandad de la Yedra. Y, por descontado, viceversa. Fue la fecha acordada para su ingreso como Hermana de Honor. Entonces cobraba pujanza “la Capillita de la Yedra, del popular barrio de las Puertas del Sol”. Allí habitaba la vecina más guapa de la zona. De nombre Esperanza. Con sus ojos grandes como todas las acepciones de la palabra Amor. Lola fue recibida por la Junta de Gobierno, a la puerta de la capilla, poco después de la una y media de la tarde. La artista se vio de nuevo envuelta por el calor del gentío. Su asistencia era sinónimo de multitud. De revuelo, como las ondulaciones artísticas de su bata de cola. El éxito no sólo a efectos de titulares periodísticos: también según el barómetro de la aclamación del número de seguidores. En este sentido Lola fue una adelantada a su tiempo: ¿quién osa negar que el torbellino de colores -Pemán dixit- no había creado ya entonces el fenómeno fan? Ella sí que encarnó a una influencer en toda regla. De tan racial, insisto, y tan orgánica. Pura naturaleza, puro temperamento, pura bonhomía. La Lola, sí, de Jerez de la Frontera. El nombre de su cuna era archisabido en todos los confines del planeta Tierra. Lola y Jerez, una misma esencia, una misma materia, una misma naturaleza. No acudió sola al acto organizado por la Hermandad de la Sentencia. La acompañaron su madre AntoniaRuiz, su hermana Carmen, el abogado personal Rafael Herrero, el secretario LuisGómez, así como Cesáreo González.
El pequeño cofrade Manolito Román, risueño, puso en las manos de Lola un ramo de rosas, del que pendían unos lazos con los colores corporativos de la cofradía. Lola depositó este obsequio, ahora a modo de ofrenda, a los pies de Nuestra Señora de la Esperanza. La Virgen se ofrecía en ceremonia de besamanos. Estaba, como de costumbre, bellísima. Lola, impresionada, no pudo contener la emoción. Se arrodilló sobre el reclinatorio para rezar durante varios minutos. Mientras tanto, un coro infantil de voces femeninas cantó la Salve. Acto seguido se acercaría al altar de Nuestro Padre Jesús de la Sentencia para besar sus pies. Lola, con los ojos entornados. Toda la concurrencia pasó a la sala de cabildos para oficializar los correspondientes nombramientos de Hermanos de Honor tanto de Lola Flores como del productor Cesáreo González y el abogado señor Herrera a cargo del mayordomo Manuel Román. Lola pronunció unas palabras de gratitud. No disimuló la profunda devoción que profesa a los Sagrados Titulares de tan destacada corporación nazarena. Así las cosas, no quiso la folclórica cruzarse de brazos, de tal modo que a voluntad se comprometió, de cara al posterior mes de marzo, a desplazarse de nuevo a Jerez para organizar una actuación -acompañada de otros destacados artistas- cuyos beneficios se destinaran al dorado del paso del Señor. Por su parte Cesáreo igualmente se expresó en idénticos términos de agradecimiento. Prometió visitar de nuevo la Capilla cuando a principios de año se traslade otra vez a Jerez para obtener exteriores de cara a su nueva película.
La salida de Lola Flores de la Capilla de la Yedra fue una apoteosis. Costó Dios y ayuda a la expedición acceder al automóvil que trasladaría a tan destacadas personalidades a la parroquia de Madre de Dios. Los “guardadores del orden” hicieron ímprobos esfuerzos por desbloquear en parte el tapón humano. Jerez amaba a su hija Lola. Los aplausos se sucedieron. Por veces con mayor intensidad. El automóvil dígase que fue casi en volandas. La corta distancia que separaba ambos templos albergó una apretada manifestación de admiraciones desatadas entre piropos y sonrisas. Acompañada aún por los cofrades de la Yedra, Lola Flores oró en el sagrario de Madre de Dios. Como continuación del tributo que los congregaba, Manolo Román entregó unas ampliaciones fotográficas con los Amantísmos Titulares de la institución. El acto concluiría regándose el instante con el brindis de una copa de jerez.
A primera hora de la tarde, esto es: a las cuatro, el Jerez C. D. y el Mallorca R. C. D. disputaban partido en el Estadio Domecq. Las expectativas de los aficionados adquirían el efecto multiplicador de los alicientes tanto futbolísticos como sociales. Lola Flores fue invitada ex profeso para realzar el saque de honor. Ella aceptó gustosamente siempre que se cumpliese una condición: que se rebajara el precio de las entradas de general y fondo, en beneficio de aquellos que no cuentan con holgura económica. Lola era así. Siempre con la vista puesta en las personas desfavorecidas. La Hermandad de la Yedra contó en su censo con una artista que siempre estuvo al lado de la corporación, a su vera, siempre a la verita suya. Si en el firmamento poder hubiese tenido Lola Flores, quizás hubiera cortado los hierros de ese calabozo que a veces suponía permanecer largas temporadas lejos de su Jerez, de su gente, de su Esperanza…
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