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Su propio afán
Una feliz circunstancia hace que yo siga creyendo en los Reyes Magos como un niño. A mi mujer le encanta regalar y, sin embargo, tiene una alergia invencible a ser regalada, como Ana, la protagonista de Señora de rojo sobre fondo gris, a no ser que ella se autorregale, que entonces ya una cosa compensa la otra. Esta mañana, por tanto, todo (¡todo!) es sorpresa. Además, sigo creyendo en los Reyes Magos como un adulto.
Les pido mis regalos de mayor. Como son tres, tres a cada uno. Siempre fe, esperanza y caridad. Fe, gracias a Dios, tengo hasta lindar con la certeza; y esperanza, gracias a la Virgen, hasta lindar con la frivolidad. La caridad, en cambio, me hace una falta angustiosa. Pero pido las tres porque esos regalos que se repiten todos los años (libros, camisas, vales) no son, ni mucho menos, los peores ni los menos tradicionales.
Para la segunda triada pregunté a los míos qué pedirían para mí. Mi hija pidió “paciencia”. Qué bien, la puñetera. Mi hijo pidió “paciencia”. Vaya. “Ese regalo ya está cogido”, le informé, nervioso. No le extrañó. Pues “consentimiento”. ¿Qué virtud es ésa? Que le diga más veces que sí. Pregunté por último a su madre y pidió “paciencia”. ¡Pues ya me está haciendo falta! Al decirle que está pedida y repedida, dijo: “¿Y no se puede repetir?” ¡No! Entonces pidió “orden”.
La tercera triada fue la mía para mí. A Melchor, porque es muy viejo, le supliqué que aprenda a gestionar un tiempo que cada vez me atropella más. ¡Nada me puede hacer más ilusión! A Gaspar, como es muy sabio, que no pierda el paso de la eternidad. ¡Nada me puede hacer más falta! Si no, de nada sirve el primer regalo. “Todo lo que no sea para ganar la eternidad es perder el tiempo”, dijo una vez Javier Almuzara, regalándome una jaculatoria para siempre. Y a Baltasar le pedí atención, porque es ahí donde el presente y la eternidad confluyen. ¡Nada me puede hacer más bien!
Esta mañana me lo han traído todo. Ahora bien, tengo que fijarme y no hacer como esos niños aturrullados por el esplendor que se dejan los mejores paquetitos sin abrir. ¿No he pedido atención? “¡Abre los regalos, idiota!, hoy y durante todo el año, que son para que te duren y hay que cuidarlos. ¡Ábrelos!” Me lo digo sólo a mí, eh, sobre todo lo de “idiota”, que también he pedido caridad. La paciencia a ver, ay. Puedo aprender de ustedes que la tienen conmigo. ¡Disfruten sus regalos y gracias por su atención!
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