
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Molido
NOS proponemos en este artículo un esbozo del contenido del concepto de patronazgo, en este caso espiritual, de la Virgen de la Merced. Para ello acudimos a ciertas variantes del método tópico, de ancestral tradición jurídica y filosófica (Aristóteles, Ciceron… o, ya más modernamente, juristas como el alemán Viehweg o el español Francisco Puy).
Investigando la progenie del concepto patrona, podemos ir por distintos caminos, bien religiosos o bien profanos, pero pronto caemos en la cuenta que la significación religiosa de tal concepto hunde sus raíces en el mundo romano civil. Podemos comenzar con un pasaje del griego Plutarco, que ya nos esclarece bastante algunos rasgos de lo patronal. Dice el fragmento: "...Llamándoles patronos, esto es, protectores, y a los plebeyos clientes como dependientes o colonos, estableciendo al mismo tiempo entre unos y otros una admirable benevolencia fecunda en recíprocos beneficios, porque aquellos se constituían en abogados y protectores de éstos en sus pleitos y consejeros y tutores en todos los negocios". El patronazgo remite pues a la idea de protección, defensa y abogacía, esta en el sentido clásico de abogar, hablar en defensa de alguien. Sería prolijo y no es este el lugar, desarrollar todas las connotaciones de la llamada relación clientelar, a la que se refiere Plutarco en su texto, y que no es otra que aquella en la que, como decimos, existen un patrono y un cliente. Estamos refiriéndonos al ámbito del Derecho Romano, y aquí nos interesa el trasvase y aclimatación de este concepto en el ámbito espiritual. Pues bien, como dato interesante podemos decir que esta relación obligaba al cliente a la pietas o devoción a su patrón, que en este caso era otro hombre de condición y rango superior. Con la cristianización del mundo romano el concepto de patronazgo deviene espiritual. El cliente se transforma en devoto. Cada ciudad toma como santo patrón a aquel con el que tuviera algún tipo de relación, por ejemplo, que hubiera sido su obispo, o que fuese allí mismo martirizado y se custodiasen sus reliquias. Así ocurrió en Milán con San Ambrosio, en París con San Denís, o en Tesalónica con San Demetrio. Vemos pues que la idea de afinidad con la comunidad es clave para entender la relación de patronazgo. El patrón o patrona fortalece los lazos espirituales de pertenencia a una devoción común, ancestral y secular, que vertebra el sentimiento comunitario. No olvidemos que en la clásica distinción del sociólogo Ferdinand Tönnies la comunidad está basada en lo que él llama voluntad natural. En ella las relaciones se valoran por razón de ellas mismas.
Las personas en la comunidad perciben el grupo como una entidad natural y durable creada por fuerzas o seres sobrenaturales, mientras que en la forma grupal llamada sociedad, el grupo es percibido como entidad artificial y cambiable supeditada a los intereses individuales.
En la iglesia católica y en las ortodoxas se cree en la intercesión de los santos, y en particular en la iglesia católica existe una larga tradición piadosa que tiene en la Virgen Madre del Salvador una poderosa intercesora, protectora y mediadora ante Dios, no sólo por sus hijos individualmente considerados, sino también por la comunidad que pone en Ella sus ruegos y desvelos. La ceremonia del voto, no es otra cosa que esa ejemplificación de una dimensión esencialmente religiosa y creyente. Entender esto de otro modo, o tratar de reubicarlo protocolariamente, no es sino hacer malos y torpes ejercicios de pseudometafísica.
¿Y por qué es patrona la Virgen de la Merced? Porque, como decía Plutarco al referirse a los patronos, Ella se constituyó desde tiempos inmemoriales en benevolente y fecunda protectora de nuestra comunidad jerezana, y de ahí que estemos obligados moralmente a rendirle esa antigua pietas hoy convertida en piedad y oración ante sus plantas. Así lo reza su novena y lo expresan las gentes sencillas a su paso, mirándola con ojos de ruego y oración, cuando cada 24 de septiembre traspasa las puertas de la basílica, e inunda de nardos y paz su procesión.
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