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La alerta de protección civil acompañada por un fuerte pitido, lanzada en Madrid por la DANA, provocó sobresaltos y escenas de pánico. El aviso incluía el riesgo de tormentas y la advertencia de no conducir vehículos y quedarse en casa. Se generó una polémica por el supuesto uso de datos personales por las autoridades, antes de saberse que se utilizó una tecnología que envía mensajes automáticos a los móviles que estén en el área amenazada. Los enormes daños causados y las numerosas víctimas justifican la actuación.
Una DANA es una borrasca formada por aire frío en niveles atmosféricos altos, que se comporta de forma imprevisible. Se vincula al cambio climático, fenómeno que ha provocado el verano más caluroso de la historia, con los tres meses más calientes desde que existen estadísticas. Y lo peor es que seguiremos viendo registros y eventos climáticos extremos, cada vez más intensos y frecuentes, que afectarán a la población y los ecosistemas. ¿Hay alguna manera de frenarlo? Sí, dejar de emitir gases de efecto invernadero.
Los datos son alarmantes. El Atlántico norte ha estado casi todo agosto a 25 grados y el hielo del Ártico se derrite a pasos agigantados. Los científicos nos advierten que posiblemente este verano haya sido el más fresco del resto de nuestras vidas. Los negacionistas del cambio climático tienen a la ciencia en contra y también al sentido común. En la vida cotidiana hay mucho por hacer. Por ejemplo, acabar con la consigna de un agua para todos que no hay y ha llevado al entorno de Doñana a una carrera populista entre Vox y el PP. (Huelva fue una de las cuatro provincias andaluzas en las que Vox aventajó al PP en noviembre de 2019).
O no revertir, como se plantea en Barcelona, que calles peatonales y ajardinadas vuelvan a estar abiertas al tráfico. En Málaga hay un movimiento contrario a la construcción de tres rascacielos en los antiguos terrenos de Repsol; en su lugar piden que se levante un bosque urbano. O no eliminar carriles bici, como se está haciendo en muchos municipios de España. O no discutir las medidas medioambientales de la política agraria de la UE, como pasa en Andalucía. El turismo también sufrirá modificaciones. A las calurosas playas del sur desde las que se contempla una muralla de cemento, le hacen ya la competencia las del norte, con acantilados, naturaleza virgen, paisajes verdes y 15 grados menos. El cambio climático afectará a los dos sectores fundamentales de Andalucía, su turismo y su agricultura. Y esto es una alerta con un pitido bien agudo.
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Gracias, Errejón