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La costumbre de poner nombre a los fenómenos meteorológicos tiene una razón práctica, comunicarse con eficiencia. A los ciclones, borrascas, huracanes y demás puestas en escena entre asombrosas, intimidatorias y desastrosas de la naturaleza las nominan las agencias del ramo con una técnica simple: comenzar según el calendario con un apelativo femenino con la A, después uno de hombre con la B, y así sucesivamente. Sucediendo al aquí inadvertido Waid en el santoral del agua y la furia, esta semana nos ha visitado Aline. Recordé la romántica canción así titulada, escrita en 1965 y cantada por el francés Christophe. No me digan que estos versos de la letra no vienen a la última ciclogénesis explosiva como AOVE a las espinacas: “Entonces llovió en esta playa; en la tormenta, ella desapareció, y grité, grité ¡Aline! para que ella regresara, y lloré, lloré...”. Porque Aline no regresó. Algún agua dejó. Se agradece mucho.
Ha sido inquietante a ratos Aline, la borrasca, y ha causado algunos daños. Muchos árboles se han roto. Han resultado totémicos y en camino de míticos los “La parmera se ha caído, se-ha-caído la parmera” de una vecina de Pino Montano (Sevilla) que narró “en directo” desde su ventana, con letra de jaculatoria y música de barraca de feria, el trending topic de la semana. Pues Aline se ha ido, no va a volver atrás y, como se lamentaba el abandonado Christophe, la cara que de ella dibujó él en la arena ha sido borrada por la fugaz lluvia... que quizá era la propia Aline camuflada: ella misma borró su rostro para no dejar huella. Dio un par de zapatazos que sonaron a trueno, y cogió las de Villadiego, hacia el este. Vaticinan los meteorólogos que a Aline la sucederá casi de inmediato otro temporal. Con la B. Propongamos Baldomero, que riega el campo entero. La Organización Meteorológica Mundial, con sede en Ginebra, es la competente en el asunto.
En Andalucía lo hemos capeado bien. Mejor en las zonas estadísticamente lluviosas: Sierra Nevada, Cazorla-Segura, Sierra de Aracena, Grazalema. En otros sitios, cierto tremendismo meridional ha emergido de nuevo ante la lluvia: para ir a trabajar, el coche se ha cogido más, y no menos, con lo que los atascos han sido monumentales (respetar el cruce no es lo nuestro); los autobuses urbanos, oh misterio, se han despoblado. Luego está lo del paraguas. Con vendaval, paraguas; con 45º, puchero. Los numeritos han sido muchos. Que uno haya sabido, y sería milagroso, no se contabiliza ningún nuevo tuerto en la comunidad autónoma. ¡Carnet P-1 de paraguas en Andalucía, ya!
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