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Cayetana Álvarez de Toledo se ha equivocado. No de partido, sino al formar parte de un conjunto de individualidades con una voz común. Un partido es más que el sumatorio de sus componentes. Hay personas que carecen del sentido de la cooperación o que sólo lo comprenden si ellos son los líderes: Rosa Díez, por ejemplo. PSOE, UPyD y, ahora, profesora visitante en el PP. No lo fue de Ciudadanos, porque también quería llevar el mando.
Cayetana es la portavoz del grupo parlamentario del PP en el Congreso, porque ningún otro diputado podría hablar en nombre de ella. Lo ha proclamado, a cuentas de la participación del PP en la manifestación feminista del 8 de marzo: nadie puede hablar en nombre de ella, en ella manda ella, ella decide a qué manifestación va, ella es feminista amazónica y ella no es Cuca Gamarra.
Ella se equivoca más en las formas que en el fondo, su problema es de talante, es soberbia, altiva, aristócrata clasista sin saberlo, como autora de columna de autor es magnífica. Ha sido ella quien ha visto en la acusación que Pablo Iglesias ha hecho del ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, la típica salida del macho alfa en defensa de sus hembras. Lo enviaba a dormir a la tinaja del jardín del chalé de Galapagar, ha dicho.
Pablo Casado es un equilibrista, sabe que sólo la moderación salvará al PP de la encrucijada en la que lO ha colocado Vox, pero ni Álvarez de Toledo ni Teodoro García Egea le ayudan a tranquilizar los mensajes. Juanma Moreno y Núñez Feijóo se comerán buena parte del electorado de Ciudadanos, con la esperanza, quizás, de que la propia acción de sus gobiernos persuada al votante de Vox. En cualquier caso, al partido de Santiago Abascal le pasa como a IU: que no quería apoyar al PSOE, pero estaba condenado a ello.
Cayetana Álvarez de Toledo es el Acebes de esta legislatura. ella misma trabajó como asesora del ex ministro del Interior, fue diputada a partir de 2015 y se marchó en 2018, a dos meses de las elecciones generales, con una carta pública contra Mariano Rajoy. Le faltaba coraje, según ella.
El PP podría ganar unas próximas elecciones generales si se diluyese en lo ideológico, anunciase calma y sensatez y se presentase ante el electorado templado como una alternativa tranquila. Pero Cayetana está ahí para lo contrario, para denunciar el relativismo, acogotar a los maricomplejines y fijar al PP con tuercas en el suelo a sus personales convicciones.
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