Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
Brindis al sol
En su columna de la pasada semana, Eduardo Osborne mostraba una preocupación que muchos compartimos: "El silencio clamoroso andaluz" ante unas negociaciones gubernamentales cuyo desenlace puede afectarnos muy seriamente. Pero el malestar no procede sólo de contemplar la desidia de una clase política acostumbrada a reaccionar tarde. Desde Andalucía cuesta intervenir en las cosas que se cuecen en Madrid, aunque sea trascendente lo que está en juego. Por eso, aún provoca mayor inquietud, como también señala Osborne, que esa misma indolencia se perciba en la sociedad civil andaluza y en las plataformas que tiene para manifestarse. Si se exceptúa la prensa regional que cumple con su labor primordial de difundir noticias, ideas y opiniones; pocas voces colectivas más se dejan oír. Sin embargo, se ha iniciado, en España, un arriesgado pulso y los políticos oportunistas en el poder, en cualquier momento sorprenderán con propuestas ante las cuales apenas habrá tiempo para improvisar. Hace años, al discutirse un nuevo Estatuto para Cataluña, los políticos andaluces desempeñaron el anacrónico papel de proponerse "no ser menos" con la modificación de su propio estatuto. No cabía ambición más tonta que ser como "el que más", en lugar de desenmascarar cuánto había de reaccionario y trasnochado en el proyecto embaucador de Pascual Maragall.
En estos días, con otros medios y otros actores, vuelve a repetirse el mismo espectáculo. Y existe el peligro de caer otra vez en la viejísima emulación de estandartes y cambios de cromos nacionalistas como si aún viviéramos en la época de Renan. Ésa es la trampa que el separatismo catalán y vasco quieren tender. Llevan muchas décadas planteándola porque no han sido capaces de alumbrar otra idea que pueda beneficiarles más. Utilizaron las consecuencias de las guerras carlistas para atesorar privilegios y ahora, siglo y medio después, con el artefacto del nacionalismo engríen de nuevo y utilizan a los suyos para atesorar nuevos privilegios. Y en esa trampa la sociedad andaluza no debe caer. Por ello se hace necesario articular el rico potencial intelectual que yace estancado en tantas plataformas universitarias, fundaciones, centros de estudios y observatorios. Hace falta desenmascarar las pretensiones últimas del polvoriento envoltorio nacionalista y brindar unas ideas potentes que movilicen la solidaridad y la igualdad de nuestros territorios. Cabezas y voluntades hay para hacerlo. De no ser así, se cumplirá lo que en su última conferencia de prensa advertía Piketty: "Los ricos catalanes quieren la independencia porque es el mejor medio para ser más ricos".
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