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Si juntamos el atrevimiento que mueve a los ignorantes, la acritud de la mezquindad y el patetismo que exhala la poca gracia, el resultado puede llegar a ser tan obsceno y pestilente como la supuesta parodia sobre la Semana Santa andaluza que ha vomitado en horario de máxima audiencia un programa de TV3, la televisión pública de Cataluña.
En un desquiciado intento por ridiculizar nuestra cultura y las creencias de tantas personas, estos bufones del catalanismo más rancio, casposo y retrógrado (al que debe hacerle gracia estas cosas) han metido en una misma coctelera cofradías, marchas procesionales, la Virgen del Rocío, verdulería sexual, una mofa del acento andaluz y hasta burlas con Joaquín, el jugador del Betis. Muy completito. Una tan exagerada demostración de inepcia y analfabetismo que eleva a la categoría de película de Kurosawa aquel pastiche de Hollywood en el que la pareja protagonista, huyendo de los malos, cruzaba en menos de tres minutos por mitad de los Sanfermines, las Fallas y la Semana Santa. Con dos cojones. Por no pararnos en el evidente mal gusto y la falta de respeto mayúscula de un programa que se sirve de dinero público, en concreto de 1,8 milloncejos de euros cada año. No está nada mal, chicos. Los artífices de tan sublime bazofia son dos sujetos llamados Jair Domínguez y Toni Soler, a los que las crónicas definen como "humoristas independentistas" y que en su hoja de servicios a la causa ya acumulan otras perlas como llamar "perros" a los Mossos de Esquadra o denigrar públicamente al pueblo gitano. Así las cosas, no sería de extrañar que lejos de pedir perdón los interfectos reincidan es sus desternillantes gracietas y sean premiados con doscientos o trescientos mil euros más de presupuesto. Pan y circo. Es que están sembrados, tú.
Ahora vendrá alguno, alguna o algune a decir que no se puede poner barreras al humor, que hay que ver como somos. Pero no, la frontera entre el humor y el escarnio está muy clara, es la misma que hay entre la broma y el abuso, entre la gracia y la falta de educación, entre el afán de superioridad y el ridículo, entre la parodia y la 'andaluzofobia' (que es un palabro, sí, pero que define bien este panorama) Si en Andalucía nos pusiésemos ahora a hacer humor con los catalanes independentistas, entonces sí que nos íbamos a descojonar. Pero, en realidad, no tenemos tiempo, no estamos tan aburridos, preferimos seguir empapando nuestra vida con cultura, azahar, primavera, tradiciones y vivencias que jamás podrán experimentar los tristes de espíritu y de condición; una gente tan necia que ni siquiera es capaz de ver que insultando a los andaluces es muy probable que estén faltando a sus abuelos, a sus antepasados y a todos sus muertos.
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