Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
Envío
Si alguien puede hoy resumir en su persona todo el sufrimiento padecido desde hace siglos por las minorías cristianas en tierras islámicas, ese alguien es Asia Bibi. Su historia es de sobra conocida, pero cada vez que se recuerda el increíble calvario sufrido por esta humildísima paquistaní, madre de cinco hijos, acusada injustamente de blasfemia en razón de su fe, condenada a la horca, mantenida durante nueve interminables años a la espera primero de la ejecución, luego de la apelación de su juicio, hay un elemento nuevo que nos hace admirarla aún más y desear aún más intensamente su libertad.
Hubiera bastado que Asia Bibi se convirtiera al islam para que su condena hubiera sido anulada, un procedimiento contemplado por la ley islámica para eludir las durísimas penas reservadas a los presuntos blasfemos. ¡Y es tan fácil incurrir en blasfemia cuando rige la sharía! Asia ha tenido que vivir bajo el continuo temor de ser asesinada en la propia cárcel, sabiendo de las amenazas sobre su marido, sus hijos, sus abogados y toda persona que le prestara la menor ayuda. Un infierno resistido como sólo pueden quienes han vivido desde niños aferrados a la certeza de que no hay felicidad ni salvación fuera de Jesucristo, y que por Él merece la pena arrostrar la pobreza, la marginación, el odio y el desprecio, la cárcel y la muerte llegado el caso. ¡Qué lecciones para quienes nos creemos por encima de tales peligros, para quienes, tras haber olvidado a nuestros propios mártires, tan inconvenientes, apenas podemos soportar el ejemplo de los cristianos perseguidos hoy en tantas partes del mundo, sometidos a exclusión en tantas otras!
Aunque puedan estar motivados por el deseo de no agravar sus condiciones ni enfurecer aún más a los fanáticos, cómo nos duelen a muchos los inexplicables silencios, las tibias reacciones del mundo católico y sus autoridades. Ni siquiera ahora que parece tan cercana la libertad de Asia Bibi y de su familia, anulada su condena y demostrada la falsedad de la acusación, hemos podido ver un auténtico movimiento de solidaridad hacia ella. En España, fuera de Hazte Oír, pocos se han movilizado para brindarles un verdadero apoyo moral, económico y legal en estos momentos críticos. ¿Cómo es esto posible? ¿No estamos en los tiempos de la misericordia? Los pies de Asia Bibi y de sus hijos, esos sí merecen ser besados.
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