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Marco Antonio Velo
¿Por qué nadie debe faltar el próximo sábado 28 al Pregón de los Reyes Magos?
PAOLO Gentiloni se entrevistó ayer por la mañana Pedro Sánchez, por la tarde con Nadia Calviño y al principio de la noche con Yolanda Díaz. Ha sido primer ministro italiano, ministro de Asuntos Exteriores y ahora comisario de Economía de la Comisión Europea. Conoce suficientemente el castellano como para leer los periódicos españoles, y ha debido quedarse atónito, a pesar de que está acostumbrado a las peripecias de la política italiana, ante el escenario previo a sus encuentros con Sánchez y sus vicepresidentas.
Asunto muy serio, porque de Gentiloni depende en gran parte que lleguen los miles de millones que nos ha asignado la UE, 69.500 en traspasos, y 70.000 en créditos. Hasta ahora, la UE sólo ha enviado 9.000 millones, cantidad irrisoria si se piensa que los Presupuestos de Sánchez están pensados para contar con muchísimos más fondos europeos. Y la UE, con Gentiloni a la cabeza, exige que España asuma varias condiciones: una, que se mantenga la flexibilidad laboral en la reforma que prepara el gobierno. Dos, un modelo viable y garantista de pensiones. Acompañadas de varias condiciones más aunque esas son las principales… y las diferencias de criterio entre Calviño y Díaz han convertido el debate en un espectáculo disparatado.
Y preocupante porque a ningún español sensato le puede tranquilizar que las dos vicepresidentas estén a la gresca, tampoco que se peleen por participar en una misma mesa de negociación, que el presidente del Gobierno diga en cada momento lo que le conviene en función de quién ha sido la última vicepresidenta con la que ha hablado -ya no se sabe si apuesta por la derogación de la reforma laboral o sólo aspira a reformarla- y que se transmita la impresión de que el gobierno de coalición no está trayendo nada bueno, sino luchas por el poder -que incluyen desbancar al mismísimo presidente-, y discusiones.
Son frecuentes las tensiones en los gobiernos. Se superan con sentido de la responsabilidad y la búsqueda del bien ciudadano, y con la intermediación de los presidentes para poner paz entre los miembros de este equipo. Pero nunca se había visto a una vicepresidenta segunda negándose a reconocer la autoridad de una vicepresidenta primera, ni las descalificaciones que se han cruzado entre ministros del PSOE y de Podemos.
Pero, sobre todo, no se ha visto nunca un presidente que no quiera ejercer como tal: ni se moja ni marca el camino a seguir. Gentiloni, que debe haber visto de todo en política, ha llegado a España con el Gobierno convertido en un foro en el que media docena de mujeres se pelean a muerte por imponer su criterio. Vaya ejemplo de solidaridad feministra...
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