Gonzalo Revilla

Sí, pero no

La otra orilla

20 de diciembre 2017 - 02:15

Es una noticia que no termina de darse: la subida del Salario Mínimo, que actualmente está fijado en 707 euros, y al que se le puede aplicar una tímida subida en torno a los 30 euros, lo que lo colocaría en 735. Aún queda eso lejos de los 1.000 euros que propone la Carta Social Europea. Y además Rajoy condiciona esta subida a que se "siga creciendo", y ese mantra ya sabemos lo peligroso y ambiguo que es. El caso es que los beneficios empresariales han estado creciendo sin que dicho crecimiento se traslade a los salarios. O dicho de otro modo: los sueldos siguen bajos para que los beneficios empresariales puedan seguir creciendo.

Así las cosas la clase trabajadora va perdiendo poder adquisitivo, con lo que ya puede uno tener un trabajo, con su nómina y sus cositas de trabajador/ra, y aún así ser pobre, no llegar a fin de mes, una paradoja de nuevo cuño, que se consigue con reformas laborales, destrucción del trabajo sindical, congelación de salarios y demás medidas tomadas al amparo del discurso de la crisis, la consigna de que viene el lobo repetida machaconamente. Y ahora, cuando el lobo ya parece que se ha vuelto al monte, nadie desmonta la consigna, nadie levanta el pie, nadie deshace las medidas, porque seguir amasando beneficios resulta adictivo, y los trabajadores ya se acostumbraron a sus sueldos de miseria, seguro que son capaces de seguir así un tiempo más.

Esto del Salario Mínimo ayudaría a reducir la polarización salarial, que en este país es especialmente sangrante: los trabajadores que ganan menos de mil euros representan el 43% de todos los asalariados y reciben el 13% de la masa salarial, mientras que los mejor pagados, aquellos que ingresan más de 4.000 euros al mes, suponen el 7% de todos los asalariados y se quedan con el 25% de la masa salarial. Una brecha que ha aumentado en estos años de crisis, sumando desigualdad a una sociedad de grandes desigualdades.

Por eso Rajoy da una noticia pero sin terminar de darla. Porque es consciente de que necesita el consumo de esa clase trabajadora, y que mejor que meter unos euros en el bolsillo para que la gente se vaya de tiendas. Pero al mismo tiempo quiere mantener el crecimiento de los beneficios empresariales, porque esos accionistas agradecidos pueden dejar de estarlo, y eso le complicaría su mandato. Por eso somos tan europeos para algunas cosas, pero un poco menos para fijar esos 1.000 euros de salario mínimo que recomienda su Carta Social, que tampoco hay que ser tan estrictos, oiga. Sí, pero no. Muy de Rajoy.

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