Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Crónica levantisca
Todo acuerdo se sustenta en una transacción, si no es así, lo que hay es una foto. Nada más. La nuez de los Pactos de la Moncloa fue la contención salarial, la indexación de los sueldos con la inflación prevista, no con la pasada, que era lo que venía alimentando la tormenta de precios altos y de la devaluación del dinero. A cambio de esto, los partidos de izquierda consiguieron algunos avances democráticos más. ¿Hay piñón, una nuez, un núcleo necesario en estos nuevos Pactos de la Moncloa? Hay, en primer lugar, una obligación moral de todos los partidos. Si no son capaces de firmar una tregua sobre los grandes asuntos de Estado con 20.000 muertos sobre la mesa, ¿cuándo lo harán? Nunca, a no ser, eso sí, que les falte un concejal para mantenerse en la presidencia de la Diputación, en cuyo caso el PSOE pactará con Vox y el PP, con Bildu. Además del deber moral, hay una necesidad política, hay que pactar uno o dos Presupuestos Generales del Estado, una vez que se conozca de cuánto es la ayuda europea. Eso conduciría a la ruptura de la actual mayoría en que se sustenta el Gobierno, Unidas Podemos y PNV podrían quedarse dentro del pacto, pero los independentistas no van a comprometerse con el futuro de un país que le importa un comino. Ése es el precio que tendría que pagar el Gobierno, a priori el principal beneficiario del pacto.
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