Juan Manuel Sainz Pena

Banderas negras

La torre de vigía

09 de julio 2019 - 01:31

Pues si cada vez me gusta menos ir a la playa, este año, con el ecoli, o como se llame el vertido de la caquita española en la playa de Fuentebravía y aledaños (no olvidemos que hay unas pocas de playas en El Puerto pegadas unas a las otras), la carabela portuguesa y que está el tiempo, no para ponerse la trenca, pero casi, lo cierto es que este año me parece que no veo la costa ni aunque repongan Verano Azul.

Lo del agua sucia no es nuevo. Tal vez el vertido propiamente dicho sí, pero hay una playa en concreto, cuyo nombre conocemos todos los que vivimos en Jerez, que es el paradigma del agua sucia, contaminada, en la que apetece de todo menos meterse ahí a bañarse, entre espumita blanca (y no de las olas, precisamente), plásticos y compresas flotando (no, no es ninguna exageración) y una saturación de visitantes que no permiten disfrutar del relax.

Y este año la temida carabela portuguesa, bicho del cual, reconozco mi más absoluta ignorancia, no había oído hablar en mi puñetera vida.

Sea como sea, la medusa es siniestra, y por lo que hablan de ella y sobre todo de su picadura, no te vale la cremita de toda la vida en el puesto de socorro. A Urgencias, oiga. Que no es para andarse con tonterías.

Por último está el tiempo como está. Por ahora, a un servidor por lo menos, no le apetece mostrar la perfección con la madre naturaleza ha dotado a mi cuerpo. Esos abdominales portentosos y esas piernas de una potencia muscular nunca vista.

Luego, como todas las temporadas está lo de siempre: la playa hasta las cejas de gente; toallas pegadas unas a otras, la parejita dando el coñazo con las raquetas en la orilla, la chupipanda con el reggaeton de los cojones a toda pastilla, la cremita, la arena por el cuello...

Que no, vamos. Que por mí en casa me quedo. Y a las carabelas y las cacas que les vayan dando.

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