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Hoy el sector del vino y el brandy de Jerez quedan un poco huérfanos. Se ha marchado un bilbaíno, muy jerezano y muy ilustre de la historia más reciente de nuestro insigne vino.
Aunque lamentablemente no coincidí con Juan Luis cuando estuvo en activo, era una persona que por su trayectoria despertaba respeto y admiración en todo el sector. Los que tuvimos la inmensa suerte de tratarle y conocerle más de cerca era muy difícil no tenerle además un afecto sincero.
Era todo un privilegio poder compartir con él un amontillado, paladeando junto con el vino su rica dialéctica, su memoria prodigiosa y su culta elocuencia. Siempre le decía que me hubiese encantado haber coincidido laboralmente con él, haber aprendido de una profesional de su talla personal e intelectual con un bagaje tan brillante. Si hubiese un panteón de jerezanos ilustres el nombre de Juan Luis Bretón debería estar en lugar destacado, ya que ha sido un auténtico caballero del vino de jerez en varias de las acepciones de la palabra. No sólo en la acepción académica del término de quien se comporta con distinción, nobleza y generosidad, sino en el significado más literario de un hidalgo que dedicó su vida y su carrera a defender a capa y espada los intereses colectivos del vino y brandy de Jerez.
Llevaba años insistiéndole en que debía escribir un libro de aquellos años dorados que le tocó vivir y de los que había sido protagonista y testigo de privilegio en aras de dejar constancia de las circunstancias, de los actores, del esfuerzo colectivo, de las negociaciones, de las difíciles decisiones sectoriales, en definitiva del trabajo incansable de toda la generación que entre los años 60 y 90 del pasado siglo vivió años tan convulsos. Intuía, como espectadora lejana, que el legado de este ejecutivo debía ser conocido, reconocido y permanecer en el tiempo para ser analizado por las generaciones futuras.
Cuando el pasado año aceptó ser el protagonista del 75 aniversario la Cátedra del Vino, por su gran vinculación a las Fiestas de la Vendimia pero sobre todo por su enorme aportación al sector en las últimas décadas, comprobé con preocupación la escasa documentación que sobre aquellos años ha quedado en esa gran enciclopedia del siglo XXI que es internet, por lo que le propuse, en contra de su idea inicial, que se centrara en dejar testimonio de su trayectoria y de los hitos más importantes de su carrera, de forma que este trabajo sentara las bases de su futuro libro. Me consta que su excelsa Cátedra del Vino fue el resultado de duros meses de concienzudo y riguroso trabajo, tras los que compartió un valioso documento, minucioso y rico en detalles, pulcro en el análisis, extenso en la documentación y parco en juicios extemporáneos. En definitiva, todo un legado trascendente que recogemos con afecto los que trabajamos y amamos nuestra ciudad y nuestro vino.
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