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En tránsito
Qquizá yo viva en un mundo muy raro –no lo descarto–, pero no tenía ni idea de quién era el humorista David Broncano, si es que esa definición profesional –humorista– puede aplicársele con precisión. Lo ignoro. He hecho algunas investigaciones, y mis hijos también lo ignoran todo sobre Broncano. Por lo que me han dicho, jamás habían oído hablar de él. Por cierto, mis hijos tampoco tienen una idea muy precisa de Pablo Motos y El hormiguero. Les suena más, desde luego, porque han visto algún programa en casa de su abuela –allí sí que es inamovible–, pero en realidad Pablo Motos les importa lo mismo que David Broncano: nada. O mejor dicho, nada en absoluto. La generación de los nacidos con el nuevo milenio –los jóvenes que ahora tienen entre 15 y 30 años– apenas tienen contacto con la televisión (tampoco con la prensa escrita, ay, y bien que me duele). Su mundo informativo es otro y se centra únicamente en las redes sociales. Esos jóvenes se alimentan de memes y de vídeos que les llegan a través de Dios sabe qué, TikTok o YouTube o cuentas misteriosas de Twitter, ahora rebautizado como X desde que pertenece a Elon Musk. Y para estos jóvenes, David Broncano se dedica a hacer cosas tan incomprensibles como lo eran para nosotros aquellos artistas de las Galas del sábado que se dedicaban a tocar piezas de bossa nova con una hilera de copas de cristal. Nada de nada, vamos.
Leo que a Broncano le van a pagar unos 28 millones de euros por dos temporadas en TVE para hacerle la competencia a Pablo Motos. Evidentemente, ese dinero no es sólo para él, sino también para la productora y los colaboradores, pero no deja de ser mucho dinero para un humorista –¿es realmente humorista?– al que apenas conoce nadie más allá de ese reducido público de universitarios intensitos. Leyendo un poco sobre Broncano, lo que más me fascina de un personaje como él es que vaya de rebelde y de antisistema cuando ha sido un funcionario servil de una multinacional y ahora lo será del Ministerio de la Verdad. No se engañen, si a Broncano le van a pagar esa pasta, es porque se trata de un admirador, un esclavo, un amigo –y un siervo– del poder que de verdad lo controla todo en el mundo de la cultura. Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, ahora que llega la hora de la declaración de Hacienda, porque ese dinero –esos millones de euros– lo ponemos nosotros.
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