Alberto Núnez Seoane

Caballos o concejales

Tierra de nadie

08 de mayo 2023 - 08:11

EL primero, y quién más, que quiere al caballo es su jinete; el que cuida, con mimo, a su caballo, es quien lo monta; el que se preocupa, con desvelo, por el bienestar del caballo, es quien lo tiene, lo cabalga, y lo quiere. Voceros populistas, demagogos impenitentes, incontenibles lenguaraces, o cansinos oportunistas, ni pintan nada en esta historia ni tienen, aquí, historia en la que pintar.

Algún lumbreras, sin mejor empeño al que dedicar el tiempo por el que le pagamos -a pesar que le pagamos muy bien para que se dedique a lo que le atañe-, tras muchas horas de arduo trabajo limpiando las telarañas que obstruyen las exiguas comunicaciones neuronales que le adornan, ha creído dar con la clave para solucionar los problemas que azotan a nuestra ciudad: el paro, insostenible, indigno, insoportable e insultante; la degradación de la economía; la suciedad, pestilencia y porquería acumulada; el aumento de la delincuencia; el desastroso estado del firme de muchas calles; los badenes ilegales; el desmoronamiento del casco histórico; el incremento de la inseguridad, de los atracos, robos e intimidaciones a plena luz del día; el desastroso estado de muchas barriadas; la falta de ayudas para emprendedores, autónomos y pequeños empresarios; el derroche de los escasos recursos públicos; la falta de espacios verdes, recreativos y de ocio infantil; la obscena deuda municipal; los atropellos a la libertad de trabajadores que resultan molestos; el acoso a los disidentes; el expolio fiscal; las tasas abusivas; el intento de acallar a quien no se arrodilla… todo, se va a resolver con la valiosa, profunda, provechosa, ingeniosa y celebérrima aportación de algún, o algunos, servidores públicos -así les gusta llamarse- que pelan la pava en el Excelentísimo Ayuntamiento de Jerez de la Frontera: “La Feria del Caballo” … sin caballos.

Es la clave, trabajada e ingeniosa, para encontrar alivio, cuando no enmienda, reparación y remedio, a todas estas carencias y deficiencias, a las interminables incongruencias e incumplimientos, a los continuos desafueros, necedades, errores e incoherencias.

Sin embargo, ¡no se confundan!, la solución no va a llegar a causa de la meditada, conspicua y trascendente aportación -a la que acabo de hacer referencia- de los muy agudos y perspicaces “servidores públicos” responsables de la misma, si no en razón de lo que los caballos hicieron. Ya les cuento como ocurrió todo.

Los caballos, de todas razas, sangres, cuadras, tipos y colores, enterados de la “feliz” ocurrencia de los nunca bien valorados concejales en cuestión, dado que eran parte interesada y potenciales sufridores de la postulada pretensión administrativa, como ciudadanos equinos de pleno derecho y miembros reconocidos del padrón municipal, decidieron hacer valer algunos de sus olvidados derechos -valga la redundancia-.

Se dirigieron al número 15 de la calle Consistorio, una vez en la sede de la representación popular local, ocuparon el salón de plenos para darle algo de vidilla y tomar decisiones que otros querían adoptar en su nombre. Una vez reunidos, tras no excesivas deliberaciones, con quorum más que suficiente y por unanimidad, decidieron ofrecer una alternativa, a modo de programa electoral, al pueblo de Jerez.

La propuesta de los equinos sólo tenía un punto, pero, eso sí, reclaman su derecho a voto, y con doble validez, es decir: dado que nosotros -reivindican los équidos- poseemos cuatro patas y ustedes, los humanos, sólo dos, cada uno de nuestros votos valdrá por dos de los de ustedes vosotros -sobre la capacidad mental no vamos a opinar, sabemos que estáis en desventaja, pero tampoco se trata de aprovecharse…-. Si se nos cumple con esta, más que razonable, petición, enviaremos a la autoridad pertinente el proyecto de reforma de la Ley Electoral y propondremos a la ciudadanía, y la equina cabaña toda, el programa salvador que tanto nos ilusiona.

Se consintió en el rogatorio, y los caballos mandaron su escueta y equilibrada propuesta, que no era otra sino esta: “Un Ayuntamiento sin concejales”. Caso de resultar aceptada, las actuaciones se desarrollarían así: sin distinción de raza, sexo, credo, ideología o condición social, cualquier ciudadano se podrá presentar para ocupar el puesto de alcalde, o alcaldesa. No habrá listas, ni cerradas ni abiertas, ni partidos ni plataformas tampoco, sólo personas, o equinos … claro.

Una vez realizado el recuento y proclamado el candidato vencedor, éste, o ésta, elegirá el equipo con el que va a trabajar, eso sí: formado, únicamente, por profesionales, técnicos, trabajadores o especialistas, y con la siguiente composición: dos economistas, dos abogados, dos médicos, dos arquitectos, un ingeniero, un obrero, un maestro, un autónomo, un caballo, un burro, y un mulo. Y se pondrán a trabajar, juntos pero no revueltos, durante cuatro años, en lo que saben -porque se sabe- que los ciudadanos necesitamos; en gestionar, no prometer, haciendo lo que cada uno sabe hacer; en encontrar resultados y no presentar excusas; en asumir responsabilidades y no buscar la culpa en otros. Fue todo un éxito.

Los concejales jubilados, “fijos discontinuos”, parados, o “liberados”, podrán pasear por el Real de la Feria del Caballo, aunque haga calor, sin cuotas ni restricciones, ni obligación de pago de tasa municipal alguna. Con los caballos no habrá problema, están en el Salón de Plenos.

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