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Diario De las artes
ES algo habitual que para celebrar cualquier acontecimiento por pequeño que este sea, se empeñen en agolpar los eventos y concentrar todo tipo de actuaciones. Esto no es que nos parezca mal, el problema es que para atender tal cantidad de situaciones, años antes, todo estará encaminado a lo que tiene que ocurrir, con lo cual los presupuestos para actividades de ese tiempo habrá que encauzarlos para cubrir los infinitos gastos previsibles y, lo que es peor, cuando todo se haya acabado, como las previsiones habrán sido insuficientes - por múltiples razones - hará falta suprimir todo tipo de gastos que solvente lo que se haya dejado de pagar.
Por todo esto, es fácil suponer que la celebración en Cádiz de algo tan importante como era la conmemoración del segundo centenario de la promulgación de la Constitución de 1812, congregara en la capital gaditana gran cantidad de actividades culturales, en general y artísticas, en particular, que engrandecieran tan señalada efemérides. Desde que empezó este 2012, la ciudad trimilenaria se ha vestido de gala para acoger un número importante de exposiciones, bien en torno a la Pepa, bien por eso de habérsele concedido la Capitalidad Iberoamericana de la Cultura, además del añadido de ser la sede de la Cumbre de Jefes de Estados de los países Latinoamericanos.
Para comenzar, abrió sus puertas el Espacio de Creación Contemporánea de Cádiz -ECCO-. Para la inauguración tres importantes muestras. 'De ida y vuelta', veinticuatro proyectos artísticos provenientes de los Certámenes y Becas 'Generación', que patrocina Caja Madrid y que ha venido realizando a lo largo de estos años y constituyendo una parte de los trascendentes fondos de Arte Contemporáneo que posee la institución que actualmente responde al nombre de Bankia. Se trata de una serie de proyectos de artistas latinoamericanos y españoles, a los que une, además de una inclinación absoluta hacia las abiertas parcelas del arte más inmediato, el pertenecer a una misma generación artística y, por tanto, gozar de parecidas creencias estéticas. La exposición transitaba por el concepto de viaje; una metáfora plástica por la que los artistas intervienen espacios escénicos con la memoria, las vivencias íntimas y personales, el transcurrir de la existencia, el acto de viajar, de deambular, de reconocer un paisaje, de la mirada que aprehende un lugar mediato o inmediato, de la ciudad, sus elementos y sus infinitas circunstancias -urbanas, sociales, humanas…- que suponen, a su vez, el inicio y el fin de un periplo vital, con lo humano desarrollando e imponiendo los límites de un viaje de ida y vuelta que comienza en la persona, continúa en el entorno -cercano y lejano- para volver a empezar en una espiral de arbitraria duración. La segunda muestra de este periodo iniciático estaba constituido por parte de los Fondos de la Colección de Arte Contemporáneo de la Diputación de Cádiz, esa que se conformó, muy bien estructurada, desde aquel recordado Certamen ADUANA, que llevó hasta Cádiz lo mejor de la creación y que dejó de existir, lamentablemente, hace unos años; fondos que fueron completados, posteriormente, por la adquisiciones que la institución provincial realizaba en ARCO a las galerías, primero gaditanas y, después, cuando estas desaparecieron de la Feria madrileña, a las andaluzas. La tercera exposición, Alicia en el país de las maravillas era una apasionante muestra de la importante fotografía finlandesa, una de las más significativas del continente y que demostraba bien a las claras el momento tan dulce en el que se encuentra esta modalidad artística en el país del norte de Europa. Al igual que en el cuento de Lewis Carroll, la exposición nos llevaba por dos dimensiones, la ficción y la realidad, el mundo de los sueños y la aplastante realidad de la vida cotidiana. En ese espacio inestable, indefinido, indeciso y sin límites aparentes transcurría la existencia de unas obras que transportaban a las fronteras de los dos lados del espejo.
Curiosa y paradójicamente, una de las exposiciones estrellas del año conmemorativo dejó bastante insatisfechos a casi todos. En clave de historia debía acoger como pieza central, nada más y nada menos, que el manuscrito de la Constitución. La obra llegó con impresionantes medidas de seguridad y fue expuesta en la renovada Casa de los Pinillos de la céntrica plaza Mina. Había que sufrir todo un laberíntico episodio museográfico para acceder a una obra, mal colocada, peor señalizada y caóticamente acompañada de un batiburrillo expositivo que nadie entendía demasiado bien de a qué se debía.
Muy buena fue la oferta expositiva que continuó en el Espacio de Creación Contemporánea en torno al mundo de la moda y de los tejidos; especial sentido adquirió la muestra Marimekko, producida por el Museo del Diseño de Helsinki y organizada en colaboración con el Instituto Iberoamericano de Finlandia, era sobre la conocida empresa de diseño de textiles y ropa finlandesa.
En los mismos planteamientos del mejor arte relacionado con los tiempos actuales nos situaba la muestra Zonas de riesgo, una exposición que llegó desde ese incuestionable contenedor maravilloso que es la Colección de Arte Contemporáneo de la Fundación La Caixa, verdadera -y casi única en esta desesperante sequía en la que nos encontramos- factoría expositiva hasta donde acudir para que la mayoría de nuestras salas no expongan sólo sus telarañas. Una muestra que, aparte de ponernos en la total sintonía con lo más selecto de la creación artística, nos condujo por un arte comprometido, que provocaba complicidades y que actuaba de inquietante motivador para concienciar sobre tan abrumador ambiente social en el que nos encontramos. Se trataba de una exposición compleja en fondo y forma, llena de planteamientos conceptuales, provocadora de miradas abiertas y con la realidad mostrando circunstancias concretas.
El eje expositivo
Iberoamericano
Hay que decir que gran parte de lo mejor se proyectó para después del verano, coincidiendo con la Cumbre de Jefes de Estado. La antigua Cárcel Real, uno de los edificios más significativos de Cádiz, era rebautizada con el nombre de Casa de Iberoamérica; sería la sede donde se acogerían casi todas las muestras relacionadas con la arqueología y el arte autóctono de algunos países americanos. Destaco la del Señor de Sipán, exposición que albergaba casi doscientas piezas de las encontradas en 1987 por el arqueólogo Walter Ava y que nos sirvió para contactar con la cultura preincaica de los mochica y, sobre todo, con la tumba del Señor de Sipán, encontrada en la aldea peruana de ese nombre, uno de los yacimientos arqueológicos más importante del mundo. Tras ella, vendrían las, también significativas de las culturas americanas. Del país chileno, Mapuche, semillas de Chile; la proveniente del Museo del Oro de Bogotá, Cuerpos amerindios: cultura y arte corporal y la que presentaba la historia, el paisaje y la arqueología del pueblo costaricense, Costa Rica, tierra de Maravillas. No obstante, a nosotros personalmente nos interesaba sobremanera la dedicada a la escultura -con una leve incursión dibujística- de Cornelis Zitman, un artista holandés que, afincado en Venezuela, se ha convertido en un escultor de culto en el panorama internacional. Nosotros lo descubrimos, por primera vez, de forma individual, en la Expo de Sevilla, en una magnífica muestra en el Pabellón de Venezuela. Después lo hemos visto en varias comparecencias, una de las cuales tuvo lugar en el Castillo de Santa Catalina de la ciudad que, ahora, acoge esta exposición y que nos vuelve a situar en su aplastante artisticidad. Es autor de una escultura básica, llena de personalidad y fundamentada en todos los valores de la gran escultura clásica. Una exposición, de las más interesantes de cuantas se han presentado en torno a la Capital Iberoamericana de la Cultura que, desgraciadamente, presentaba muchas carencias museográficas, con un espacio demasiado reducido para la gran cantidad de obras expuestas y la importancia suprema de las mismas.
Continuando con el arte latinoamericano, otro de los platos fuertes lo ha constituido la muestra sobre la particular obra del ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, presentada en el Castillo de Santa Catalina y en la galería Benot. Guayasamín es autor de una obra con mucha personalidad, con carácter; está en posesión de un lenguaje particularísimo puesto al servicio de una pintura que plantea los descarados episodios de una sociedad circundada de registros agónicos. La obra de Oswaldo Guayasamín duele; los lamentos que representan hacen daño a los oídos, abren las esclusas del horror; crean incertidumbre, desentrañan estados de fuerte emoción. Ante la inmensa miseria de un mundo en agonía perpetua, el artista hace patente la tremenda realidad de una gente que parece soportar, con amarga resignación, su eterna desgracia y traza gestos desesperados que vienen a positivar el dolor de un pueblo cruelmente condenado.
El arte argentino ha estado representado por Daniel Santoro, cuya enigmática pintura se manifiesta como una especie de alegato peronista, con la figura apasionante, transgresora, divina, maligna y mitificadora, de una Evita Perón que él convierte en suma deidad.
Sergio Hernández es uno de los artistas actuales más significativos de México. Su muestra llegaba con el título 'Oaxaca de Juárez, Oaxaca', en ella la pintura indigenista adquiere una novedosa interpretación, situándonos en un nuevo tratamiento pictórico donde el ayer y el hoy de la cultura mejicana se nos presentaba con clara vocación de un futuro.
Para terminar este recorrido por esa Iberoamérica que ha tenido su sede cultural en este Cádiz trimilenario, la coral exposición Grandes Maestros del Arte Popular; en ella la realidad cultural del pueblo se hace presente en sus más diversas circunstancias plásticas, estéticas y existenciales.
Ha sido un año completísimo, lleno de entusiasmo cultural y artístico. No podía ser de otro modo, celebrándose en Cádiz lo que se celebraba. ¿Qué pasará cuando los fastos y los fuegos artificiales hayan llegado a su final con la traca de despedida? No queremos pensar que la crisis económica fuese refugio para atrincherarse en la nada.
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