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CUANDO el PCI (Partido Comunista Italiano) decidió -sólo tres días después de la caída del Muro de Berlín: rápidos que son las criaturas- disolverse para crear el Partito Democratico della Sinistra, los italianos, que además de rápidos son ingeniosos, dieron otro sentido a las siglas PCI: Possiamo Cambiare Idea (podemos cambiar de idea). Pasados los años a sus resobrinos o sobrinos nietos de Podemos -como buenos comunistas, reacios a utilizar su nombre histórico y dados a disimular bajo otras siglas- se les podría hacer la misma broma, facilitada por el propio nombre de su partido (El Jueves publicaba una viñeta sobre este transformismo en el que un personaje preguntaba "¿Has leído el programa de Podemos? ¿Qué te ha parecido?" y otro le contestaba: "Pues que nunca se le había dado tanta trascendencia mediática al programa de Izquierda Unida").
Sí, se puede hacer la misma broma con Podemos que los italianos hicieron con el PCI. Basta un paréntesis: Podemos (cambiar de idea). Es lo que están haciendo como estrategia preelectoral renunciando a parte de sus propuestas radicales iniciales para presentarse, al igual que hicieron los comunistas italianos, como un partido de izquierdas no tan distante de los socialdemócratas, olvidado de la pasión bolivariana por Chaves (el de Venezuela, no el Chaves Bautista andaluz cuya cabeza en bandeja de plata piden por igual Herodías Ciudadanos y Salomé Podemos) que expresaban con tanta retórica cursilería y tan preocupado por contentar a los pacíficos Don Pío y Gordito Relleno (votantes habituales del PSOE) que nadan en el superpoblado caladero de votos del centro izquierda, como de hacerlo sin irritar a los Hugh el Troglodita y los Altamiro de la Cueva de sus bases. Cambio a golpe de encuesta. Apetito desordenado de alfombra (la moqueta ya la conocen).
Habilidades y apetitos en los que Susana está aún más versada que ellos. Si Podemos hace de camaleón, Susana modifica, corta, amplía y añade buscando la investidura. Con tantas prisas que se hizo un lío con el corta y pega y propuso aumentar el gasto y bajar los impuestos, además -como escribía ayer José Aguilar- de prometer partidas de gasto e inversiones que sumarían más de lo que se contemplan como ingresos. Ya saben lo de París y la misa. Y San Telmo merece sacrificios mayores. Aunque se trate de imposibles como gastar más de lo que se se tiene y además recaudar menos.
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