José Mazuelos

Carta pastoral ante el inicio de la Cuaresma 2014

05 de marzo 2014 - 01:00

A todos los fieles diocesanos: un año más la Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma, tiempo de gracia y de escucha atenta de la Palabra de Vida. Cuaresma es tiempo de conversión, es camino a la Pascua. No es fin, sino medio para la celebración anual del Misterio de Cristo Resucitado.

La llamada a la conversión es el grito del corazón de Dios que llama a su amor. Es la mirada impaciente del corazón del Padre que espera al hijo pródigo. Es la cercanía providente del Buen Pastor que busca, acompaña y conduce a la oveja perdida. ¡Convertíos al amor desconocido, al amor perdido, al primer amor! ¡Convertíos y creed en el Evangelio!

Las Escrituras son el eco permanente del corazón de Dios que llama a su amor. Llamar a la conversión es parte esencial de la misión redentora de Cristo. Son muchos los textos bíblicos que nos hablan de la conversión.

La conversión planta cara al repliegue del corazón, cerrado sobre sí mismo. Perfora la cáscara del egoísmo, la corteza del orgullo, la máscara de la apariencia. Nos purifica para nacer a un corazón nuevo, que nos ayude a volver a empezar, confesando nuestra fe bautismal, renunciando a una vida sin Dios. Y para ello hay que perder el temor, aceptar la pobreza de nuestros afectos y llenarse del amor de Dios.

Reconocernos pecadores es el punto de partida. Ser conscientes de la necesidad de vivir en el amor de Dios, es la motivación que sostiene el dinamismo permanente de la conversión del peregrino de la fe, sediento de Dios. Vivir este proceso es urgencia de la vocación a la santidad.

La Cuaresma es también una ocasión propicia para vivir la fraternidad. Las prácticas penitenciales: ayuno, oración y limosna, nos asocian a la Cruz Redentora. El ayuno, la abstinencia y la limosna se orientan a la caridad al permitirnos, viviendo con mayor austeridad, compartir con quien pasa necesidad.

El ayuno y la limosna no tienen como fin un bienestar del cuerpo, que es capaz de privarse de alimentos para armonizar la dieta, sino asociarnos a la pobreza de Cristo que "libera y enriquece" y muestra su "confianza ilimitada en Dios Padre". El Papa Francisco nos recuerda en su mensaje de Cuaresma que "El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Se trata de aprender a ensanchar el corazón, "que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir", dice el Papa.

Por ello hermanos, os animo a practicar las obras de caridad. No son "beaterías": ayudar cuesta, porque exige nuestro tiempo y dinero, pero nadie, nunca, superará en nuestro interior el gozo de haber obrado el bien. Así de claro lo expresa el Papa Francisco: "Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele".

La Iglesia, como madre espiritual, nos recuerda las armas del combate: el ayuno y la abstinencia -porque "no sólo de pan vive el hombre" (Cf Lc 4,4); la penitencia -como mortificación de aquellas pasiones que nos dominan; la limosna para combatir la idolatría de la codicia (Col 3, 5); y la oración, sobre todo en su dimensión personal de intimidad con el Señor: "y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará" (Cf Mt 6,6).

Por último os invito a participar en las celebraciones litúrgicas -tan abundantes en este tiempo-, para expresar la comunión con toda la Iglesia que camina a la plenitud de la Pascua.

El día de San José, el 19 de Marzo, celebraremos el "Día del Seminario". Os pido que participéis en su preparación y celebración y que, de forma especial, en esta cuaresma pidáis con insistencia al Señor que suscite en nuestra diócesis vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida consagrada.

Que la Santísima Virgen María nos ayude a recorrer el itinerario cuaresmal unidos -como Ella- a su Hijo, el Señor, y a toda la Iglesia en este tiempo de gracia y salvación "hacia las fuentes de la vida eterna" (Cf Sal 23) .

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