Marco Antonio Velo
En la prematura muerte del jerezano Lucas Lorente (I)
La colmena
Siempre me he indignado con los políticos cortoplacistas que se limitan a exprimir los agravios. Puro populismo. De izquierdas y de derechas. Y es que no deja de ser un atajo para conectar con la gente: para practicar aquello de "empatizar" que nos solían recomendar los psicólogos o dar lecciones de modernidad con una de las palabras que hemos puesto de moda en la realidad paralela del mundo digital: el "engagement". De influencers a tiktokers.
Hoy me indigna más comprobar que es tan cierto como la vida misma. Perdonad esta frase tan simplona pero es perfecta para lo que quiero contar: desde mediados de este mes de enero, cualquiera que coja un tren en Andalucía descubrirá que hemos viajado más de 20 años en el tiempo. ¡Hacia atrás! Nos han cambiado los trenes Avant 114 que hasta ahora hacían los servicios entre Málaga, Córdoba, Sevilla (con algunos transbordos desde Madrid) por la serie Avant 104.
No es un problema de números. Se palpa el disgusto mugriento del paso de los años en los asientos, no hay plazas para minusválidos, hay una cafetería equipada que no se utiliza porque no han contratado a nadie para ello (¡ni café a precio de oro puedes tomar!), no hay pantallas ni ningún tipo de entretenimiento a bordo (¡si ya hay hasta en la Alsina!) y ni siquiera hay enchufes. En serio. Como les cuento. Después de tirarme al suelo buscando las dichosas clavijas (portátil fundido y el móvil a punto de morir), se me ocurre preguntar. Y la contestación debería pasar a los anales de la historia: hay uno en el lavabo que se habilitó en su día para que los viajeros (hombres, por supuesto) se pudieran afeitar. A la altura que está, es evidente que nadie pensaría en que nosotras, que también nos movemos ¡y solas!, pudiéramos enganchar la depiladora eléctrica… No me disculpo por el sarcasmo; es obligado.
No es ninguna fábula. No hay realismo mágico, ni un agujero negro y ni siquiera un golpe de extrañamiento para terminar sorprendiéndonos como hacían Nietzsche o Magritte (no se pierdan la exposición del belga en el Thyssen).
Nuestros trenes (la serie 114) se los han llevado a Valladolid (con elecciones en cuestión de días) y a Cataluña (no hace falta que nos autoflagelemos más recordando que su "España nos roba" siempre fue al revés). Casi me caigo el otro día al escuchar a la ministra Montero hablar de la "sociedad vasca, catalana y española". ¿Hay entonces una "sociedad andaluza"? Porque si la hay no pintamos un carajo.
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