Línea de Fondo
Santiago Cordero
Xerecismo
La Crestería
Jerez/El próximo miércoles arranca la Cuaresma. Un tiempo que va a tener sabor a gloria. Tiempos de Cuaresma donde habrá que despedazarse, echar un leve bostezo y pensar que hemos pasado esta pesadilla de la pandemia, aunque siempre con la vista puesta en una cierta incertidumbre a la que el coronavirus nos ha llevado desde que apareció en nuestras vidas.
Miércoles de Ceniza para mirar por la ventana a primera hora y ver qué día hace. Que todos queremos que sea soleado y con buen tiempo por aquella vieja tradición que rara avis se cumple y que nos adelanta si lloverá en Semana Santa.
Nos espera una Cuaresma completa cargada de momentos a los que ya estábamos desacostumbrados. De mediodías por San Mateo para asistir a las veneraciones. Cuaresma de pasos por fin en los templos. De bambalinas desplegadas con salero y de conjuntos escultóricos sobre los canastos dorados.
Será una Cuaresma de veneraciones en los templos totalmente normalizados. Y de distintos Vía Crucis en las parroquias. La Cuaresma del pregón del bueno de Pablo Baena —que solo él sabe lo que habrá sufrido en estos dos años—. Cuaresma de papeletas de sitio y de dejarnos las carteras en las tesorerías pero con alegría. Una Cuaresma donde por fin podremos abrir el altillo para sacar la túnica de nuestros amores. De capas de desplegadas y de espartos apretados. Una Cuaresma con olor a incienso y a oloroso seco cuando llegue el mediodía. De corbatas anudadas y de niños con estampas. De azahares en el suelo y de ensayos de bandas.
Nos acecha la Cuaresma de nuestra vida. La de la esperanza puesta. Un tiempo para vivirlo intensamente. Porque si hemos sacado alguna conclusión es que cada Cuaresma y cada Semana Santa hay que vivirla como si fuera la última. Que basta que un pequeño bicho haga acto de presencia para todo quede en el dique seco y nos roben el sueño. Por tanto, una Cuaresma para darle gracias a Dios por entrar en la recta final de la pandemia y por permitirnos poder vivir estos días anillados al corazón que inevitablemente nos conduce a nuestros titulares.
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