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Jerez/Desconozco si Pablo Baena, pregonero de esta Semana Santa que hoy va ocupar el atril y la palabra en el Villamarta, será o no aficionado a los toros. Se dice entre taurófilos que hay figuras del toreo que salen del hotel ya con una oreja. Toreros con mucho ambiente.
Estoy convencido de que hoy, a las tablas del escenario, Pablo Baena llegará con esa oreja cortada. No podría ser de otra manera. El calvario que ha debido de pasar este cofrade no hubiera sido posible atravesarlo con una sonrisa si no se tiene mucha fe y serias convicciones religiosas. Pablo las tiene. Lo sé porque estuvimos charlando casi dos horas para darle forma a la entrevista que el lector puede leer hoy en estas páginas. Y en sus respuestas se puede traducir estas dos connotaciones tan importantes en un cristiano y en un cofrade.
Pablo llega con una oreja cortada y bien que se lo tiene merecida. Ha estado callado, muy posiblemente sufriendo —ser cristiano maduro no está reñido con el dolor– y ha visto cómo han pasado obispos, pandemias, erupciones de volcanes y consejos de cofradías. Lo ha visto todo mientras escribía.
Ha pasado el tiempo y nadie más que él sabe cuántos folios han sido carne de papelera porque ya no servían. No sabemos qué nos va a narrar hoy Pablo en el Villamarta. Intuyo que tiene el oficio suficiente y requerido de escritor como para cortar la otra oreja y montar un lío gordo.
Por supuesto que en este día, Pablo, todos estamos contigo. Llevamos el pañuelo para sacarlo. Te lo mereces por tu paciencia y tu silencio. Muchos que están lamentándose todo el día por lo que el destino les tiene preparado deberían de levantarse y decirte: “señor Baena, ‘chapó”.
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