Marco Antonio Velo
De Valencia a Jerez: Iván Duart, el rey de las paellas
El Gobierno optó por gestionar la crisis del coronavirus con números; sin nombres ni fotos. Ha estado dando cifras de víctimas y tantos por cientos y proyecciones, mientras soslayaba sus apellidos y los homenajes, en consonancia con la estrategia de remitirse a unos abstractos expertos en vez de tomar las riendas de la política. El propósito ha sido distanciar a la opinión pública de una tragedia de dimensiones abismales. Se han escondido los ataúdes y el presidente de la nación no ha considerado oportuno ponerse una corbata de luto o hacer ondear todas las banderas a media asta.
Esta estrategia encerraba un peligro a medio plazo para sus promotores. Que triunfase. Su empeño en que la sociedad no fuese del todo consciente del horror de lo que está pasando haría que la crisis económica que viene nos coja atónitos aplaudiendo en los balcones. Un pueblo forjado en mirar la realidad tal y como es estaría más preparado anímicamente para hacer frente al colapso económico. Porque, en realidad, siempre será menos importante que la crisis sanitaria que se está llevando tantas vidas. La estrategia nos está escamoteando el alivio que, en justicia y piedad, tendríamos que sentir cuando la enfermedad pase.
Pero antes, los mismos números se le rebelan al Gobierno. Porque no cuadran y eso es el colmo y ya empieza a ser vox populi que hay muchísimos más muertos que los computados. Sanidad admite que la cifra real de fallecidos por coronavirus "es difícil de conocer", pero resultará muy fácil de calcular. Basta la media de defunciones de los últimos años y restarla a las de este año. Será desolador. Por su drama humano… y para aquellos que se refugiaron en los tantos por ciento. Si hubiesen dado nombres y un enfoque más humano, el juicio cuantitativo no habría adquirido tanta significación.
No podremos saber si todos esos fallecidos más allá de la media lo fueron por coronavirus a falta (escandalosa) de pruebas y de autopsias; pero lo serán a cuenta del virus porque, en cualquier caso, no fueron atendidos por el colapso sanitario.
Mientras tanto, aún sería tarde para volver a un trato más humanista de la tragedia y a un tratamiento maduro a la sociedad española. Honrar los nombres de todos, dejarnos sufrir con los que sufren y asumir la magnitud de lo que nos está pasando. Nos acompañaremos más y estaremos más preparados para el largo luto que espera a la sociedad española.
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