Marco Antonio Velo
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Dicen los americanos, o los ingleses, la verdad es que no lo recuerdo bien, que la risa es un remedio infalible. Creo que no les falta razón. Cuando las cosas no vienen bien dadas, un poco de risa, un chiste o algo que nos haga reír, nos viene pero que muy bien. Quizá por eso admiro tanto a los humoristas, porque nos sacan una sonrisa o una carcajada incluso cuando no tenemos ganas ni de hablar. Y por eso, claro, admiro por encima del resto de profesionales del humor (con permiso de mi idolatrado Leo Harlem) a Luis Lara, Luis de Pacote o Comandante Lara, como prefieran; uno de los artistas con más gracia a la hora de poner en escena los monólogos con los que, dese hace ya un tiempo, revienta salas de fiestas, restaurantes, bares de copas y teatros.
Y me alegro. Me alegro muchísimo por él. Luis Lara hace un humor de aquí, habla como la gente de aquí, no imposta, no pretende hacer un humor postizo, de chistes "intelectuales". Al contrario: el Comandante exprime en sus actuaciones todos los matices y toda la gracia de este rincón de España. Se muestra como es y ahí, me parece, donde radica parte de su tremendo éxito.
Si todavía no han escuchado el monólogo sobre su cuñado Ramiro, el de los martes en La Caixa, o el antológico texto sobre la publicidad, háganlo sin falta. Inténtenlo en alguna de sus numerosas actuaciones o véanlo por internet. Yo no me canso de verlas. Incluso cuando estoy de viaje, antes de dormir en algún hotel, pongo el teléfono y le escucho hablar de la juerga en el banco, del neurocirujano que se fue con su novia, o de la tajá que pilló antes de subirse al coche para sacarse el carné de conducir.
Soy de la opinión (o esa esperanza tengo) de que el éxito no llega solo a la gente de talento, si no a las buenas personas, y Luis lo es. Lo es porque hace de la risa y el humor un mundo muchísimo mejor. Y desde luego estoy convencido de que con el Comandante Lara a los mandos, el mundo es mucho, pero que mucho más feliz. Gracias, maestro.
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