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Me hubiese gustado tener un consultorio amoroso de mentirijillas como el de Elena Francis. Menos trabajoso que el horóscopo, que me obligaría a estudiar en las cartas astrales la posición de los planetas y a la adivinación del futuro de alguien que espera que le digas que todo va a ir bien en salud, dinero y amor, aunque su vida sea un desastre. Si fuera astróloga, eso sí, sería muy creativa y no haría esas crueles advertencias que suelen leerse del tipo “Es hora de decidir. La alienación planetaria te abre nuevos horizontes que incluso te podrían llevar a mudarte a una nueva casa. Sentirás necesidad de viajar”. Ni mijita, yo escribiría cosas del tipo “Ten confianza, todos los astros están de tu parte si tú también lo estas”. Así, críptico y esperanzador. Nada de nombrar a Plutón, planeta enano de mala fama al que acuden los adivinos de mal agüero.
Ahora que, si me dejan tener, en este periódico mismo, un consultorio amoroso, prometo dar respuestas sinceras, rápidas y eficaces a las consultas. Nada de andarme por las ramas. Nada de pedir que consulten con su almohada, que para eso estoy yo aquí. Nada de dar la razón sin más ni más ni decir lo que se quiere oír. Voy a ser como una madre antigua cuando no le gustaba un novio, que no lo dejaré al azar ni esperaré a que caiga por su propio peso, no. Hay amores que matan a los que hay que matar antes de que hagan daño. Haré una tarifa plana para los inseguros que viven en un perpetuo mal de amores. Daré promociones a los amores de verano. Seré generosa con los amores imposibles que dan mucha impotencia y haré el agosto con los reincidentes. Para los platónicos tendré mi respuesta elaborada porque todos son fieles y eternos, sin capacidad de desengaño. A los amores relámpago les contestaré a toro pasado y a los pasionales les confesaré, que no tengo respuesta, que no existe antídoto para su veneno. De los fatuos recomendaré huir siempre. También sabré decir que no a aquel que dice que nunca se ha enamorado, pero le regalaré un espejo porque seguro que anda enamorado de sí mismo.
Ahora que políticos exigen a la ciudadanía que hagan de niñeras de sus dirigentes, le preparen manifestaciones en su apoyo y les consuelen de sus penas de amor, recurrir al horóscopo y al consultorio puede resultar más certero que toda la crónica política junta. ¿Será este juego adolescente la regeneración democrática tan cacareada?
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