El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Quizás
Me miró a los ojos, inclinó el cabeza y comenzó un monólogo a modo de confesión: "Nunca pensé que la vejez fuese a ser tal y como la estoy viviendo. Creía que tardaría en llegar, puesto que provenía de una familia de antepasados que superaban las nueve décadas de existencia. Además, mi apetito por aprender me mantendría joven y activo. Y cuando llegasen las semanas en las que mi tarea principal consistiese en la visita de los nietos; mi compañera me acompañaría y llenaría con su sonrisa el vacío que crecía a mi alrededor. Hasta que un día moriría en paz. Sin embargo, nada de esto se ha cumplido. Mis padres me dejaron pronto y antes de los sesenta estaba enfermo, divorciado y defenestrado profesionalmente. Mi única hija vive en otro continente; y yo carezco de interés por todo lo que ocurre hasta el punto de que no me interesa ni siquiera la nostalgia. Pensaba que la vejez sería tranquila, ordenada y aburrida. Y no, es dolorosa, desastrosa y caótica. Ahora sé por experiencia, que sólo la rabia nos da el coraje suficiente para seguir vivos cuando lo único que hacemos es respirar, algo necesario, si, ¿pero no crees que vivir es mucho más que respirar?"
Sí, le contesté abatido por su relato. Pero no había acabado.
"De joven soñé que era el guitarrista y compositor de un grupo capaz de explicar la vida en canciones de tres minutos; pero terminé siendo un abogado especializado en transacciones financieras. Me equivoqué o simplemente me dejé llevar por la marea y estaba más capacitado para las finanzas que para los acordes, aunque nunca he sentido emociones parecidas a cuando escuché por primera vez a los Rolling Stones. Desde hace décadas no descubro nada que me sorprenda y haga vibrar a mi corazón. La vida me aburre, quizás porque nunca he sabido ser feliz".
"¿Por qué no pruebas a ver en Youtube vídeos de las chirigotas de Cádiz?", le propuse, es mejor que ir a un especialista para que te recete antidepresivos. La comedia es la mejor de las aspirinas y lo único que nos alarga la vida. A mi amigo la idea le convenció; dejó de tomarse en serio; vendió su casa en Madrid y se trasladó a Chipiona, donde anda preparando una chirigota parodiando a Leonard Cohen, con textos sacados de declaraciones de políticos de todo tipo y a ritmo de samba. Sueña con interpretarla en el próximo carnaval, se le nota menos intenso y hasta ha adelgazado. Ahora dice, que la vida es más grande cuando se consume desde los lugares pequeños, a poder ser contando olas frente al mar o simplemente soñando con hacerlo algún día .
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