Carmen Oteo

Cuarto de muestras

Cuarto de muestras

El cuarto de muestras más especial es el que llevamos dentro

13 de marzo 2022 - 01:41

Porque a partir de cierta edad todo es pérdida y regreso vuelvo a estas páginas a reencontrarme con ustedes. Desde que dejé de publicar artículos hace un par de años han pasado muchas cosas increíbles y han dejado de pasar otras tantas que dábamos por seguras porque la vida siempre tiene algo de inesperado. Me hace feliz volver al periódico que considero mi casa y a este cómodo rincón porque es una manera infalible de no sentirme sola, de compartir este silencio delicioso. Y, también, porque no sé escribir sin obligarme.

En esta nueva temporada he bautizado la columna como "Cuarto de muestras", ese espacio reservado en las bodegas del jerez para guardar todas las muestras que se vendían con referencia al tipo de vino, al cliente que se enviaba, la fecha o cualquier otra nota que ayudara a identificarlo. Una especie de biblioteca del vino, de memoria de su linaje, que permitía estudiar su evolución, controlar el negocio y conocer los gustos del cliente. No me digan que no es un sitio bonito y discreto para curiosear sin prisas, para probar, para quedarse.

Busqué ese nombre para la columna porque pensé que las ciudades también contienen su cuarto de muestras, con sus referencias que nos permiten conocer su evolución y sus gustos. Si nos asomamos hoy al cuarto de muestras de Jerez encontramos una ciudad dormida y decadente siempre recordando lo que fue. Si nos asomamos al de Cádiz descubriremos una ciudad irónica capaz de hacer de su grandeza una caricatura para reírse de sí misma. Sí, nuestras ciudades tienen sus cuartos de muestras y, cómo no, las que visitamos como forasteros. Porque todo viaje es, a su vez, un cuarto de muestras si se va con los ojos abiertos. Y lo son también los tiempos de espera en los que todo se detiene.

Con todo, el cuarto de muestras más especial es el que llevamos dentro. Una pequeña habitación en el alma en la que guardamos nuestros recuerdos felices, nuestros amores, nuestros fracasos y debilidades, nuestra fe. Qué difícil es llegar a esa habitación propia o ajena. Pues desde ella quiero escribir esta columna de forma que no resulte impostada, que al menos diga algo con verdad. Que deje el gusto de una copa de amontillado al atardecer cuando al fin todo se calma y hasta la vida parece dócil.

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