Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
Crónica personal
Nunca la España democrática ha tenido un Gobierno que haya provocado tanta indignación y decepción. No por su ideología, sino porque cada día aparecen nuevos argumentos para decir con rotundidad que el Gobierno miente y que ha alcanzado unas cotas de inmoralidad nunca vistas. Duele escribirlo, pero si alguien pensaba que una vez anclado en Moncloa el presidente iba a gobernar recuperando los principios que eran señas de identidad del PSOE se ha encontrado ante la realidad triste de que, por el contrario, no hay día sin el suma y sigue de políticas inaceptables.
En sesión parlamentaria, Sánchez ha llegado a afirmar sin que le tiemble la voz que han mejorado las cifras de empleo desde que asumió la presidencia hace año y medio, y el vicepresidente Iglesias descalificó a gritos a la parlamentaria del PP que denunciaba que PSOE y Podemos no habían apoyado una iniciativa para que se investigara los casos de prostitución de menores tutelados en Baleares. El asunto ya está en manos de la Fiscalía … pero docenas de veces la izquierda ha exigido la creación de comisiones parlamentarias para investigar asuntos de menos enjundia política y social que el de menores prostituidos mientras residían en un centro controlado por el Gobierno regional.
Ábalos reacciona con una agresividad verbal y gestual impropia de un ministro cuando se le menciona el nombre Delcy, pero cada pocas horas aparecen nuevas informaciones que demuestran el cúmulo de mentiras del Gobierno, que afectan incluso la credibilidad de una persona que siempre ha tenido fiabilidad máxima y respeto general, el ministro de Justicia y ex juez, Grande Marlaska. Ábalos ha mentido, probablemente cumpliendo instrucciones de Sánchez… y probablemente también porque en esa visita había gato encerrado.
Más a más, el Gobierno de progreso se ha inflado con docenas de nuevos altos cargos cuyos salarios y gastos pagamos todos. La mayoría son del círculo familiar, amistoso o político de los nuevos ministros, personas en muchos casos de escasa cualificación, pero de importantes amarres.
Cuando en el Parlamento se mencionan estos asuntos, Sánchez y Calvo gastan unas sonrisitas displicentes irritantes, demostración clara de su superficialidad política y su falta de respeto a los ciudadanos. Jamás, nunca, ha habido en democracia un Gobierno más incapaz, decepcionante y peligroso. Sí, peligroso.
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