El microscopio
La baza de la estabilidad
Gafas de cerca
Un compañero y, a pesar de ello, amigo, me sugiere que escriba sobre los que han sido ya bautizados como DJ Balconing, o sea, vecinos que han asumido una función de animadores del confinamiento, y ponen al anochecer música para todos los públicos, es decir, para todos sus vecinos: para todos, lo quieran o no. Y lo hacen cada tarde, a la hora de los aplausos y las quejosas caceroladas. Él se queja, porque ha dado con un pesado. Porque no es lo mismo, qué va, tener a un tenor o una soprano semidesconocidos en tu misma calle, que un día te deleita con un aria de Verdi, que un tigre enjaulado y en chándal que aprovecha la ocasión para darte su show, ¡a diario!: un vaso de agua es gloria; cinco, una tortura. Es cierto que a estas alturas el caso de los pinchadiscos de epidemia está viejuno, y que el Resistiré del Dúo Dinámico ha cursado en un mes como lo hace un atracón de langostinos de Sanlúcar: del placer divino al ataque de gota. Mi compañero es un hombre con marcados rasgos de flema que lo incapacitan para espetarle a su vecino que pare de una puñetera vez. Es duro decirle a alguien de balcón a balcón, haciéndose un rey emérito, "¿por qué no te callas?".
Tu subidón particular en la hora feliz de estos momentos -8 P.M.- es difícilmente contagiable a tus convecinos, y mucho más difícil es mantener el interés del auditorio cautivo día tras día. En cosas de música es así: tu canción preferida puede ser un tormento si te llega traspasando el tabique; qué decir de la música que te repele. Si te acaba versionando a los Beatles Pitingo o el Orfeón Donostiarra, ya es que se te encoge el píloro. En los informativos de TVE y otras cadenas dedican todos los días los minutos que antes dedicaban al Real Madrid y al Barça a las performances de los músicos conocidos en sus casas, coristas confinados cantando por Los Secretos o por Celtas Cortos. Ninguna pega: siempre nos quedará el mando de la tele. En la radio dan cancha también a mucho espontáneo lírico, cantautores que no se han visto en otra; el trabajo del periodista en estos momentos es más exigente por delicado, más sometido que nunca a un cambio inmediato, quizá sin el soporte que da la redacción, un trabajo que se multiplica mientras que los medios son iguales, o más escasos. Y es natural que se repitan contenidos, y que tiren de canciones que vengan al caso. Pero por favor, no sea usted pesado cual mano de novio de posguerra, y no comparta tanto, porque la música y el ruido tienen límites muy sutiles. Resistamos, pero desistamos de dar la brasa al prójimo.
También te puede interesar
El microscopio
La baza de la estabilidad
El catalejo
Paco, sin juanma moreno
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon
La esquina
José Aguilar
Un fiscal bajo sospecha