Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Ramón Castro Thomas
UNA: la torticera utilización del CIS por parte de José Félix Tezanos para condicionar la campaña electoral y movilizar voto a la izquierda sobreestimándola –lo ha hecho en 37 de las 38 elecciones bajo su dirección– no provocó ningún vuelco en la gobernanza de Galicia. Malversar así los recursos públicos sigue quedando impune.
Dos: la táctica de Pedro Sánchez de convertir las votaciones en un plebiscito sobre el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo fue letal para el PSdG-PSOE.
Tres: priorizar al BNG con tal de desbancar al PP llevó a la mayoría de los votantes a concluir que votar a los socialistas era prescindible y su representación fue la peor de la historia.
Cuatro: blanquear e impulsar al independentismo responde más a la necesidad de Sánchez de mantener aglutinada la mayoría que permitió su investidura, sin importar qué consecuencias tiene para su partido político, pero corre el riesgo de que sea una tendencia que se extienda a otros territorios e inmediatamente al País Vasco, que votará el 21 de abril, donde lleva varios años haciéndolo con Bildu.
Cinco: reforzar liderazgos territoriales que trasciendan la marca PSOE, ¿es que Sánchez asume no ser nunca más la alternativa en las autonomías con partidos independentistas que le mantienen en Moncloa?
Seis: seguir esa estrategia aniquila al PSOE como partido de Estado.
Siete: más allá de que rompiera la falsa expectativa de vuelco, el PP lo que hizo fue revalidar la hegemonía que tiene desde hace lustros en Galicia. Creció en votos y apenas bajó unas décimas en porcentaje, pero es un error considerar que este resultado marca un punto de inflexión en la política nacional. Por más débil que sea el Gobierno, su futuro depende de lo que decida Carles Puigdemont.
Ocho: no hay extrapolación posible del resultado en España y tampoco hay razones para la euforia porque al PP le queda un tiempo duro en la oposición.
Nueve: para Feijóo la lección más importante es que lo ocurrido en Galicia demuestra que en julio se equivocó y traicionó sus principios al opacar que el PP era la mejor opción para impedir que la ultraderecha gobernase, como hizo Juanma Moreno en Andalucía, ya que en el ámbito nacional no era viable reeditar el marco gallego, en el que Vox es extraparlamentario e irrelevante.
Y diez: Vox sigue siendo el gran problema de la política española, porque es un aliado esencial en la deriva iliberal que protagoniza Sánchez para mantenerse en el poder a toda costa. El mensaje de que Galicia ha mostrado la receta es el acertado.
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