El balcón
Ignacio Martínez
Motos, se pica
HABLANDO EN EL DESIERTO
NUNCA hemos visto ninguno ni sabemos para qué sirve exactamente. Por lo visto es una especie de malla que protege los dientes en la práctica del sexo oral, que es como han dado en llamar a lo que siempre fue fellito, un pudoroso verbo latino. Pensábamos que la necesitada de protegerse de los dientes era la otra parte. La Asociación de Viejos Verdes Solidarios y Jóvenes Gerontófilos por la Igualdad, había pensado que se trataba de un fijador seguro para dentaduras postizas, con la idea de que las prótesis no acabaran en salvas sean las partes pudendas, pinchando el erotismo de la faena y arriesgando la salud sexual, si bien han aclarado que la dedicación continua y virtuosa al sexo oral se puede hacer sin dentadura, libres de inconvenientes e incluso con ventaja. No se deberían explicar las cosas tan a las claras y tan a lo tonto, pues uno de los alimentos del erotismo es el misterio, el descubrimiento y aun el riesgo.
Estamos convencidos de que demasiados cargos políticos creen de verdad que la sexualidad suelta es moderna, progresista y de izquierdas. Y lo contrario es propio de las dictaduras, de regímenes clericales y de Franco. (Franco es otro comodín para la falsa izquierda de 'la falta de imaginación al poder' dispuesta a acabar con el erotismo.) Se ignora cómo han llegado a esa conclusión, pero están tan seguros de sus deducciones que la Junta de Andalucía se ha gastado más de 150.000 euros en preservativos con sabores, lubricantes y diques dentales. La salud sexual y mental de las autoridades socialistas corre peligro: es más peligrosa para un pensamiento ordenado la ignorancia que la perversidad, porque la ignorancia es involuntaria, peligrosa por su inocencia, y la perversidad necesita de ciertos saberes. No creo que haya perversidad en las autoridades político-sanitarias, sino exceso de contradicciones y despistes.
Los sabores es una manera de disimular más que de incitar. El erotismo del llamado sexo oral con sabor a fresa o limón debe ser dudoso, teniendo en cuenta que en las relaciones sexuales los olores y los sabores son excitantes y debe tener cada cosa el suyo. Por otro lado combatir el sida con sabor a chocolate parece gratuito, si no fuera por lo que ha costado. Todos estos despropósitos, que incitan más a la risa que al sexo, eran antes de inspiración diabólica, pero mucho mejores, porque el Diablo da ideas más interesantes que la de los diablillos repartidos por ministerios y consejerías. El Demonio sabe que sin un grado tolerable de represión no hay educación de ninguna clase, ni arte ni literatura, ni relaciones humanas civilizadas ni nada para lo que haga falta su intervención con insidias y tentaciones. Cuentan que Satanás llamó a la puerta de un cenobio de la Tebaida y le abrió un hermoso joven oblato todavía imberbe: "Contigo aquí,muchacho, no hago yo falta." El Diablo es un aristócrata a quien no le interesan los pecadillos igualitarios.
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