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Vladimir Putin va consiguiendo, poco a poco, lo que parece uno de sus objetivos: que se mire más el bolsillo que a Ucrania, de ahí la psicosis colectiva que se ha ido propagando en los últimos días y que ha provocado largas colas en surtidores de combustibles, almacenes y supermercados, con la ciudadanía acumulando hasta patatas bajo el temor tanto del desabastecimiento como del imparable incremento de los precios. El caldo de cultivo ha encontrado el mejor huésped posible en una sociedad castigada por la pandemia y demasiado proclive a pasar del blanco al negro con un simple whatsapp sin más, concediendo la misma autoridad o verosimilitud a un audio que a una fuente oficial dependiendo de dónde venga: me lo creo si es de los míos, desconfío si es de los otros. Avanzamos hacia la radicalización.
Por aquí el debate entre radicales y demás es si Putin es ultra de derechas o ultra de izquierdas, como si hubiese mucha diferencia entre unos y otros. Esta manía o costumbre de colocar etiquetas para demostrar no se sabe muy bien qué parece servirnos solo para dividir, como si la izquierda y la derecha -no hablo de ultras- no tuviesen cosas buenas unos y otros. Claro que aquí el culpable de todo es Putin, cabeza de turco señalado por nuestro presidente para justificar la economía de guerra en la que está sumida España. Y se quedó tan pancho y tan ancho, porque debe entender Pedro Sánchez que antes de la invasión rusa todo era miel sobre hojuelas...
La inflación se ha disparado hasta el 7,6% en febrero, su tasa más alta en 35 años. Son cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), no del CIS de Tezanos afortunadamente... Está claro que la guerra de Ucrania ha influido en la sacudida que ha experimentado la economía europea en general y la española en particular, pero los números empezaron a avisar mucho antes.
Ahora -y lo que nos queda- es el ciudadano el que va a asumir y pagar los costes de la economía de guerra: electricidad, gas y otros combustibles han tenido una subida del 60 % respecto a febrero de 2021; el precio de la electricidad protagonizó con diferencia la mayor subida de todo el IPC al dispararse en el segundo mes del año un 80 %, el precio del gasóleo se apuntó un alza del 28,4 % y la gasolina se encareció un 25,1 %.
Podríamos seguir comparando cifras mientras esperamos un plan de choque y medidas eficaces del Gobierno que ayuden a los ciudadanos a llegar a fin de mes. Es comprensible que Borrell pida bajar la calefacción como cuando nos piden bajar el consumo de agua en época de sequía, pero habrá zonas del país y temperaturas que lo impidan; además, si se pide un esfuerzo a la ciudadanía es de ley (do ut des) que el Gobierno haga lo propio con medidas que están a su alcance. Y además, que explique claramente qué va a hacer y por qué y qué no va a hacer y por qué, porque además de echarle la culpa a Putin, en momentos de crisis como los actuales se agradece que los que mandan cuenten qué es lo que van a hacer con el mayor número de detalles posible, así evitaríamos especulaciones y algo de incertidumbre hasta que los que mandan sean capaces de parar a Vladimir.
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