La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Ojo de pez
YA he contado aquí alguna vez, creo, que mi tía Antonia votaba a Felipe porque era muy guapo. Y estoy seguro de que no era la única. Cuando Platón pedía desconsolado una aristocracia para el gobierno de la polis, se refería a esto. Pedro Sánchez es igualmente bien parecido (perdonen que no me atreva con calificativos más precisos: mi tolerancia tiene un límite), un tipo limpio, de afeitado impoluto, sin caspa en los hombros, dotado de una sonrisa perfecta y un gesto convincente (sin llegar a ser tan soso como ZP). El nuevo secretario general es el yerno idóneo, el compañero ideal, el arquetipo de buen marido, el amigo en quien se puede confiar; y además, logra evocar todo esto sin parecer un señorito venido a menos como Moreno Bonilla. Lo suyo no es campechanía, sino bonhomía de café con leche. El típico compadre que saluda guiñando un ojo y alzando el dedo pulgar (Homo pollex, le llamaría Nabokov). Y, en fin, ante semejante dechado de virtudes, cómo puede resistirse uno. Estoy seguro de que, ahora que algunas encuestas avalan una aproximación notable del PSOE al PP en cuanto a intención de voto, el efecto Sánchez que pregonan los publicistas que en realidad manejan el cotarro responde más al carisma del muchacho que a su propuesta para ayudar a los desempleados con hijos. Hegel en almíbar.
O quizá, para ser más justos, convendría admitir que el efecto Sánchez tiene su poderío en la evidencia de que Rajoy es más feo. En cualquier caso, hace poco volví a coincidir con cierto militante socialista veterano que conozco, y el pobre mío, al ser interpelado sobre el nuevo front man, no pudo más que encogerse de hombros, haciendo gala de su sabiduría. Me confesó que, ante el triunvirato recientemente aspirante a trinchar el pavo, él iba con Pérez Tapias, que además es católico, como los buenos socialistas. Pero, ahora que la política ha muerto (después de Dios, el turno era irrevocable), la manera más diplomática de echar a Susana Díaz a los leones era poner en su lugar a Sánchez. Tanto monta. El problema, continuó mi conocido, es que en el socialismo han salido demasiados gladiadores a la arena cuando los leones están en otra parte.
Yo le respondí que, en el fondo, todo lo que hasta hace poco nos parecía real y digno por tanto de crédito, como la cultura, la economía, la sociedad, la educación y todo eso, se ha convertido en marcas. Y que el socialismo no iba a ser menos. El único modo de asomar la nariz es parecer muy chachiguay y además salir barato. El militante volvió a encogerse de hombros: díselo a los Podemos, replicó, antes de meterse en el bar.
También te puede interesar
La ciudad y los días
Siempre nos quedará París
Confabulario
Manuel Gregorio González
V aleriana
Paisaje urbano
Eduardo Osborne
Memoria de Auschwitz
La colmena
Magdalena Trillo
Gracias, Errejón