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Editorial
EL segundo intento de aprobación de la investidura de la candidata socialista, Susana Díaz, como presidenta de la Junta de Andalucía, se saldó con el mismo resultado exacto que el primero: 47 votos a favor y 62 votos en contra. Nada más lógico. Entre la tarde del martes y la mañana de ayer no se había producido ningún cambio en los posicionamientos de los cinco grupos con representación en el Parlamento andaluz. Las negociaciones entre el PSOE, por un lado, y Podemos y Ciudadanos, por otro, fracasaron al rechazar los socialistas las demandas de los dos partidos emergentes, cuya abstención conjunta habría sido suficiente para la designación de Díaz en segunda votación (mayoría relativa: más síes que noes a su candidatura). Tampoco sirvió el acercamiento de última hora del PSOE al Partido Popular, firmemente decidido a prolongar el desgaste de Susana Díaz y, en todo caso, a vincular su hipotética abstención -que también daría vía libre a la ratificación de la presidenta- a la oferta por parte de los socialistas de una actitud recíproca con los alcaldables populares que tras el 24-M tampoco alcancen mayoría absoluta en sus ayuntamientos. Con el grupo menor, Izquierda Unida, la aproximación es directamente imposible tras la ruptura unilateral del pacto de gobierno anterior y, de cualquier modo, su influencia en las votaciones de investidura sería irrelevante. De este modo, y aunque el presidente del Parlamento levantó la sesión de ayer convocando una nueva votación de los diputados el próximo jueves, la investidura queda materialmente aplazada hasta la celebración de las elecciones municipales del domingo 24 y a la espera de los resultados que se produzcan no sólo en Andalucía, sino en toda España. Estos resultados pueden determinar los pactos y alianzas que se vayan a articular en ayuntamientos y comunidades autónomas, sobre todo teniendo en cuenta la aparición de partidos nuevos, como Ciudadanos y Podemos, que se da por seguro que romperán el bipartidismo tradicional e introducirán variables insólitas en el panorama político nacional. Precisamente la presencia de otras fuerzas políticas provoca la dispersión de iniciativas y esfuerzos encaminados a la salida más viable a la crisis de investidura que vive la comunidad autónoma andaluza: la negociación entre los dos partidos hasta ahora mayoritarios, los únicos que han gobernado desde hace tres décadas en España. La abstención final del PP en el Parlamento andaluz y la misma actitud del PSOE en otros ayuntamientos y comunidades sería lo más lógico. No se trata de intercambiar los votos, sino de ayudar al otro a no tener que pactar con terceros, minoritarios, para retorcer la voluntad popular.
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